
Siempre lleva cinco piedrecitas en el bolsillo, con ellas, ajusta los días de la semana, descontando el rojo festivo de los calendarios.
Cinco años sumados al reloj vacío de una vida que le vino regalada el quinto día de un mes de mayo.
Se apellida Quintillo, Quintiliano Quintillo, inquilino del módulo V en la cárcel de mujeres. He dicho bien, mujeres.
Fue un proceso largo, pero un día despertó llamándose Adela.
Se borró con ácido las huellas de su dedo de señalar para no culpar a nadie, y decidida, la mató.
Le agujereó la vida con la sana intención de sembrarse en sus entrañas, nacer de nuevo y que la aceptara hembra, sólo por eso.
Cuando se desangró del todo, a la semilla huera de la cordura se la llevó el viento
Y Quintiliano Quintillo se entregó la mañana aciaga del 5 de julio.
Adela, bajo cinco llaves, por fin es libre.
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