martes, 29 de diciembre de 2015

Palabra: "FIN" Semana 53




En el silencio de la biblioteca, se oyó el crujido seco del papel.
No me dio tiempo de esconder la página arrancada de cuajo. El cuerpo del delito fue dejando un reguero de tinta por el pasillo.
Los de seguridad me  arrinconaron  junto a las estanterías donde se apilaban las obras que nadie leía. Ciento setenta y dos  tomos de poesía a los que no hacía falta mutilar porque los versos  nunca acaban.
La palabra FIN  es la guadaña que siega las historias –alegué en mi defensa- Pero me condenaron.
Si, fui yo. Yo arranque a todos los libros la última hoja para alargarles la vida.
FIN, FIN, FIN, FIN…Mientras dura mi encierro, pensaré en cómo aniquilar ésta palabra del diccionario.




(Iniciativa de la amiga Sindel que nos ha propuesto cada semana una palabra. La número 53, última del año... FIN...¿punto y seguido para el 2016?  Ella dirá.)

lunes, 28 de diciembre de 2015

Las reglas del juego




Llovía como si se hubiese rasgado el cielo, el campo de juego delimitado por una hilera de piedras, dejaba al horizonte la tarea de contar los pasos reglamentarios.
Mahel no abandonó su puesto a pesar de que el partido había terminado.
La pelota, un amasijo de trapos  que le había hecho su abuela, se había enganchado en las alambradas y esperaba que la lluvia la rodara hasta sus manos huérfanas de victoria.
Volver a casa con la sensación de haberse tragado la luna…
Mamá, hoy tampoco hemos ganado.

(Los niños del campamento de refugiados aprenden las reglas del juego)

domingo, 27 de diciembre de 2015

La rutina



La rutina es como mi abrigo gris de paño: raído y antiguo, pero  se ajusta y se acomoda al armazón de mis huesos, con la calidez de un abrazo.
Cuando la rutina se instaló en mi frío, mi calendario estaba por la mitad, me acostumbré  a que arrancaran mis hojas  de dos en dos, el paso de las estaciones se enajenaba  en el perfil de los días y descolorida, la piel de la costumbre, se quedó a vivir en el espejo.
Ahora cuando me miro, la rutina me devuelve la imagen de aquella que fui,
sin edad, sin tiempo, sin queja.

Un día de éstos lo romperé en mil pedazos, aún no sé si para ser libre, o para multiplicar la monotonía de no ser.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Este jueves: Recordando a Eduardo




La he encontrado bajo mi árbol de Navidad. La carta no tiene remite. Lacrado el sobre, mi nombre escrito con  trazo firme y caligrafía dulce.
La abro con sumo cuidado, justo como  cuando se abraza a alguien que se quiere. Es una corazonada.  ¿Eduardo?
Un regalo que me da la vida, ésta es una de esas cartas que no fueron enviadas a tiempo y que hoy llega al buzón de mi alma para recordar a un amigo, todo humanidad y sabiduría.
Eduardo escribió sus historias en nuestra historia  con tinta indeleble.
Se fue... dejando una  sonrisa de papel bajo mi árbol, palabras con alas, una despedida, un beso de luz…

(Perdón  si no os cuento lo que dice la carta…la correspondencia es sagrada)

sábado, 19 de diciembre de 2015

El hueco helado de la cama







Añoro tu caricia interminable,
luciérnaga de deseo en mi cintura,
látigo de palabras, beso de agua,
aljibe para la sed de tu ausencia.
Guardo una herida de tiempo,
cicatriz cosida a tu nombre
y al azul desahuciado del arco iris,
que plagia
al mar de tus ojos.
El silencio del desamor,
tiñe el temblor de mis dedos,
la noche nos busca en el hueco helado
de la cama, y nos encuentra
desnudos de futuro,
víctimas de un naufragio pactado.


domingo, 13 de diciembre de 2015

Sin azahares





Don Manuel  nos ha citado a las ocho de la mañana, hoy 23 de diciembre de 1943, tan temprano…
Así se asegura la parroquia de que la novia pasará inadvertida, castigo  por la deshonra de ir preñada.
El reloj de la torre da las seis. Casi no he dormido.
Aparejo la mula  y guardo en el cerón la comida que nos servirá de agasajo en el día de la boda.
Los papeles del juzgado dónde rezamos ya como una  familia, van custodiados en el bolsillo de la chaqueta de los domingos.
Las botas con buen lustre, la bufanda atando el miedo al cuello  y la responsabilidad aplastándome el estómago. 
Templo los nervios con una copa de aguardiente.
Ha helado esta noche, la escarcha baja por los tejados y en las calles huele a canela y clavo porque en las casas de los ricos se hacen dulces para la Nochebuena.
Me acompaña mi hermana como testigo, suenan sus tacones en el silencio empedrado del pueblo, me cruzo con los jornaleros que van camino de la barca y les saludo sin hablar, sumido en mis cavilaciones.
Ella está sola a la puerta de la iglesia, sola, sin azahares,  esperando mi refugio y la bendición  para que no la señalen más con el dedo.
Los olivos van dejando atrás las últimas casas, se van apagando las luces y encendiendo el campo. 
Comienza nuestro viaje de novios.
El frío diciembre se nos cuela hasta los huesos, las veredas salpicadas de tomillo y romero, tienen blancos encajes que dejó la helada.
Somos ricos guardándonos el amanecer en las pupilas, cerrojo que evita que salgan las lágrimas por lo que dejamos atrás.
A las doce, el sol arriba y los cisqueros se limpian el sudor con sus pañuelos de yerba, arrancan la jara y las encinas para hacer candelas que más tarde se convertirán en carbón para los braseros.
Sin prisa, una vez pasado el cruce del encerrado, caminamos para estirar las piernas, a lo lejos se oyen los berridos de los toros de lidia disfrutando de su libertad hasta la primavera. 
Son negros zaínos. Las vacas cruzan el arroyo, sus  cencerros ponen música a nuestro mutismo.
Saco del cerón  una bota de vino y le ofrezco brindar por el acontecimiento de querernos.
Las cuatro de la tarde  en mi reloj de bolsillo, los aceituneros van recogiendo los aperos.
Venimos del valle del Guadalquivir y subimos hasta la Sierra Norte antes que se haga de noche.
Las diez. En la cocina de la fonda se guardan las sobras de la cena y se apaga el candil.
Aunque no tengamos  sábanas de seda, hilvanaremos los sueños en ésta primera noche del resto de nuestras vidas.


jueves, 3 de diciembre de 2015

Este jueves, entre bambalinas




Ya no queda nada,
pero mi voz te sigue siendo familiar
allá donde se esconda,
te hace saltar el corazón
por que lo siento a través del teléfono
y disfrazando tu ternura,
suena tu voz a ritmo de olvido.
Adivino tu sonrisa borrada al instante,
tu lucha de segundos,
tu prisa por dejar de oírme
y la calma después para, a solas,
recordarme sin amor, seguramente.
Pero a tu pesar estoy ahí.
Posiblemente, el capitulo de tu novela
que nunca volverás a releer,
sea el que yo escribí en tus sentimientos,
ese que no se borra y que duele
por que cada letra martillea en tu pasado
para herir tu presente. 
Podrás cerrar el libro creyéndome olvidada,
pero perderás el tiempo
por que lo que lo que se escribe con ternura, 
se queda colgado de las paredes del alma  
y su huella, sin doler,  delata al amor.
Es verdad que al mirarnos no nos conocemos, 
que el tiempo,  como araña siniestra, 
fue tejiendo con hilos de desamor
el telón con que cerrar una obra inacabada   
y detrás,  entre bambalinas
dos actores fracasados. Tú y yo.



febrero 1994

(Fijaos en la fecha, hoy rescaté este poema que guardaba en un cajón)

martes, 1 de diciembre de 2015

RELOJ... (semana 49 de 53)





El ayer es un roto  imposible de zurcir con palabras.
Si acaso la nostalgia, puntada del tiempo,
descose de uno en uno, los minutos del reloj.
Mientras se desaloja el tic-tac de la ausencia,
va urdiendo el silencio una cicatriz a deshora.