sábado, 4 de septiembre de 2010

Sábados literarios





No se puede ser mayor de un día para otro. Ayer, con catorce podía correr tras las gallinas para quitarle las plumas y hacerme una cabellera de jefe-indio magnífica, podía pasarme horas subida a la higuera escuchando el concierto de la acequia, podía traficar con los cromos y las canicas de los niños de la calle nueva, podía cogerme del brazo de Santiago sin que por eso fuéramos novios…
Hoy ya no. Hoy ha amanecido más temprano. Es quince de marzo en todos los calendarios de la casa.
No entiendo, de repente todo el mundo me dice que soy mayor. No, no lo entiendo, si todos los espejos me devuelven la imagen flaca y descolorida de siempre.
Como siempre la desgana, el pan con aceite del desayuno, la falda corta de los domingos…
Conforme avanza el día, la transformación se lleva a cabo sin mi permiso. Mi vecina Manuela me ha regalado un sujetador que no sé que me va a sujetar, mis amigas aconsejadas por sus madres, me traen un pintalabios y unos zapatos de tacón (difícil andamio para robar nidos)
Me he deshecho las trenzas. Mi melena llega más abajo de la cintura, cambio los lazos de colores y sujeto mi pelo rebelde con una horrible diadema de brillantitos que me ha comprado mi madrina.
Tengo quince años a las siete de la tarde porque lo dicen las velitas de mi bizcocho de chocolate, porque se nota en mis labios rojos, en las tirantas del sujetador de encaje, en los zapatos que me aprietan los pasos, en el pelo suelto…
Santiago me mira muy serio desde un rincón. El sabe que soy la misma de ayer, pero ya no podrá cogerme del brazo hasta que seamos novios.
Cumpleaños feliz -me dice- y me deja sobre la mesa una caja para guardar la inocencia.

11 comentarios:

ralero dijo...

Cuando, para intentar de algún modo dominarlo, tratamos de compartimentar el tiempo -o nos lo compartimentan-, de ponerle límites, en ese instante comenzamos a ser sus esclavos y esclavos de los demás y de nosotros mismos.

Abrazos.

María José Moreno dijo...

Muy bueno, Rosa. Llevas razón. Sin embargo, nos hacen madurar agolpe cultural. Ahora con 12 y aquieren el pintalabios y con 13 que las dejes en la disco hasta las cuatro de la mañana y a los 16 ...pueden elegir si quieren abortar o no...
Trsite muy triste.
Tu relato me ha encantado. SE nota la inocencia de las que somos de otras generaciones.
un besazo

Un par de neuronas... dijo...

Cómo han cambiado las cosas... y vamos a peor. La inocencia se pierde demasiado pronto. Hay conversaciones que tengo con mi sobrina de 9 años que me asustan.

Besos.

Alfredo dijo...

Como siempre rico en matices y cotidianeidades.
Un paseo de pretendidos cambios en un día de inevitable cumpleaños y la perplejidad de Santiago, que no sabe como comerse semejante "destarifo"

Besos y gracias

casss dijo...

Qué hermoso Rosa!!! Siempre me gusta lo que escribís. Hoy? creo que más todavía!!! un mundo femenino en todo su esplendor, con el recato de palabras elocuentes,las justas las necesarias, las que pintan una obra de arte. Me quedo con curiosidad de ver cómo era la cajita donde guardar la inocencia...
Besotes.

Ardilla Roja dijo...

Que bien lo has explicado.

Lo del sujetador me suena tanto...

Mi abuela(de la que hablo en la entrada anterior a este sábado), me regaló una docena de cucharillas para el café cuando cumplí los doce. Que poca gracia me hicieron en ese momento y cuánto valoro ahora las dos que me quedan. ¡Qué cosas!

Un placer leerte, Rosa.
Buen fin de semana

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Preciosa manera de retratar el primer día con la inocencia ida... aunque sea por decreto del calendario y no por la urgencia de madurez.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Por esta vez, He pensado, que es penoso dar un paso así.

Tésalo

Lupe dijo...

Querida Rosa.

Ní que decir tiene que, al placer de leerte, se ha sumado el deleite de viejos recuerdos que me han traído tus letras. Gracias...

Un fuerte abrazo.

Maat

Natàlia Tàrraco dijo...

Rosa, acabo de aterrizar a la realidad desde mares eólicos, bajo volcanes vivos, y al leerte me quedo una lágrima salada o una espuma aun no seca en mi memoria o en mi piel. No se puede abandonar la niña en un espejo que pinta a una mujer desconocida, así de golpe parece terrible ¿lo fue para mí? casi no lo recuerdo. La extraña seducción de Santiago tiene algo de estupor.
Béllamente narrado, con una dulce intensidad que me comueve, como siempre. Besitooos.

Dafne dijo...

Precioso como siempre poesía para hablar de realidad y sueños.
Cierto que una fecha no puede poblar de edades un corazón que se siente joven y henchido de ilusión más si puede platear nuestras sienes.

Besos!