jueves, 23 de junio de 2016

Relato de jueves: Miedos infantiles



Por nada me perdería yo  la visita a la casa de Abelardo.
Pagar una peseta era ya un crimen y encima nos hizo jurar que no desvelaríamos a nadie el secreto.  Nos guió como a borregos por el zaguán, a cuatro patas  para no ser descubiertos por su abuela-  Al fin y al cabo, el “secreto” era de su propiedad aunque quien  le sacaba rendimiento era aquel el niño que parecía tonto.
El pasillo interminable, el miedo nos dejaba desprotegidos.
A mí, que me gusta fijarme en todo, se me estaba haciendo ameno el trayecto, dos sillas de madera habitadas por polillas donde descansaban un bastón y un sombrero sin dueño.  El tatarabuelo, posiblemente vivo tras la sepia  de esos  cuadros de la galería, nos miraba sin  inmutarse. 
Nuestro recorrido silente no pasaba desapercibido para los gatos que por estar a su altura,  refregaban su lomo por nuestras pellizas llenándolas de pelos.
Y seguimos  en fila de a uno hasta que llegamos por fin al umbral de la puerta del cuarto oscuro.
Contuvimos la respiración, expectantes mientras con aspavientos, Abelardo nos hacía señas desde el otro extremo de la habitación.  Ya casi me estaba arrepintiendo de esa peseta regalada, total, ¿qué tan importante reliquia se podía esconder entre tanta telaraña?
El Pascual y la Juana miraban sin pestañear a esa cosa. Yo también miraba y miraba y miraba...
Un bote de cristal amarillento en cuyo interior flotaba un bicho o algo así, acurrucado, como tapándose los ojos. A ratos me parecía un muñequillo chico.
Mis compañeros le insistían  para que abriese el bote y le dejase escapar.  ¡Está muerto, idiotas!
Fue la luz de la linterna que enfocaba  al tarro la que me hizo dar un salto hacia atrás preso del pánico cuando tropecé con unos pies helados que asomaban bajo unas sábanas. Sin pensar siquiera  que mi grito podía delatarnos, dije amen, amen, amen, amen... Tal como me había enseñado mi madre cuando pasaba un entierro por la puerta.

La abuela de Abelardo coleccionaba cadáveres.


16 comentarios:

Montserrat Sala dijo...

Vaya con la abuela, coleccionista de fetos. Estos ya son miedos y palabras mayores, Pero no deja de ser un buen texto.
Un fuerte abrazo, amiga Rosa.

Ester dijo...

Bueno los muertos no son peligrosos, la abuela si.
Ya que has empezado podrías seguir el relato y escribir una novela, el principio es bueno. Abrazos

Anónimo dijo...

Al principio tu relato me hizo evocar una divertida aventurilla de mi infancia, luego se me ha cortado la digestión con ese espeluznante final. ¡Jopeta con la abuela!
(Creo que mi tocaya de arriba tiene razón, es un buen comienzo para una novela ;-)

Un abrazo, Rosa.

Juan L. Trujillo dijo...

Corroboro lo dicho por Ester, el miedo lo debe dar la abuela. Los muertos ya no pueden ni asustar. ! Pero ay , los vivos!
Un beso.

Leonor dijo...

Qué bien contada la aventura y cómo nos has llevado a rastras por ese pasillo. Me han encantado las sillas carcomidas, los gatos y los retratos en sepia. La abuela es un personaje de cuidado, o una médica forense...que los niños son muy fantásticos y a todo le encuentran el lado siniestro.

Me encanta como escribes.

Un beso

Max Estrella dijo...

Muy buen relato...y muy bueno el punto de vista...
Un único "pero"...me sobra la última frase...queda tan claro con todo lo anterior y tan bien contado....
Besos

CARMEN ANDÚJAR dijo...

Buen relato, con ese final que te pone los pelos de punta.
Un abrazo

Neogeminis Mónica Frau dijo...

ajjj de tal abuela tal nieto!...lejos de espantarse por el hobby de su abuela, el chico le sacaba provecho al asunto!
=D
Muy buen relato. Un abrazo

Charo dijo...

El relato está genial y has cumplido la consigna a la perfección . Estoy de acuerdo con Leonor en que la visión de unos niños fantasiosos y con mucho miedo encontraron terrorífico lo que sin duda eran muestras en un anatómico forense...En ocasiones es la imaginación lo que más miedo nos produce, aunque por supuesto, la visión de un feto en un bote no es nada agradable y por otro lado tú has sabido darle el punto de misterio apropiado para producir la sensación de miedo.
Muchas gracias por participar.
Un beso

Sindel Avefénix dijo...

Me tuviste en vilo todo el relato, no sabía con que se iban a encontrar y mira lo que era! Ahora yo no puedo creer la perversidad de esa abuela, si es que así eran las cosas. O habrán sido las conclusiones de esos niños asustados. De cualquier manera, me ha dado miedo.
Un beso.

Encarni dijo...

El niño estaba haciendo sus primeros pinitos para poner su próxima casa del terror en las ferias locales. Madre mía!! Has descrito muy bien el ambiente que se respiraba en esa casa. Y si la abuela era la primera mujer sepulturera?? Oye podría ser, lo que pasa que la imaginación de los niños se desborda.

Un beso

Diva de noche dijo...

Sea como sea...forense..sepulturera o asesina serial..la histria es magnifica..con una descripción tan precisa que nos hace caminar hasta el lugar donde se encuentran los cadáveres con el miedo a cuestas..Felicitaciones!!

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Lo inquietante si se lo piensa bien no están en los muertos, sino en la abuela que los colecciona y su nieto, que saca provecho de esa extraña colección. Cómo para despertar temores, si es como para Cuentos de la cripta.Saludos.

Anónimo dijo...

Un paseo nada alentador hacia un terrorífico descubrimiento. ¿Quien dá más miedo, la coleccionista de cadáveres o la de aquel que los exhibe como si fueran muñecos de feria?. ¡vaya familia, Rosa!.
Me ha encantado la descripción de ese pasillo y sus detalles.
Un abrazo.

Tracy dijo...

otro pasillo!!!!
Desde luego so los protagonistas de los miedos infantiles, aunque este miedo que nos expones, se las trae.

censurasigloXXI dijo...

Menos mal que hay sol. Con lo gallima que soy, me veo soñando con botes de conserva humana...

Beso, compi.