martes, 19 de junio de 2018

El marcador de la injusticia


                                                  


Llovía en el campamento de refugiados, el terreno de juego delimitado por una hilera de piedras, dejaba al horizonte la tarea de contar los pasos reglamentarios.
Mahel no abandonó su puesto a pesar de que el partido había terminado.
La pelota, un amasijo de trapos  que le había hecho su abuela, se había enganchado en las alambradas y esperaba que la lluvia la rodara hasta sus manos huérfanas de victoria.
Volver a casa con la sensación de haberse tragado la luna…
Mamá, hoy tampoco hemos ganado.
(Los niños aprenden las reglas del juego)


1 comentario:

Pepe dijo...

Infinita tristeza la que se desprende de tu relato. Ni tan siquiera en el campo de refugiados, delimitada su libertad por alambradas, le sonríe la victoria. Vuelve a su improvisado hogar, bajo la lluvia, abatido por una derrota más.
Un abrazo, Rosa.