jueves, 14 de agosto de 2008

Claustro de arena






-claustro de arena-



Me estoy mirando en tí. Si, en tí.
En tu espalda deshabitada de mis besos.
No, no te gires...
Ahora que no me ves,
dudo en el precipicio de tu calma
si descenderte de nuevo.
Sin coartada me entrego,
no importa si me juzgas y condenas mas tarde
por ocupar con mi vida tu vida.

Un latido urgente,
un crujido de tu corazón en mudanza,
me alerta de que te rompes
inundando cada grieta de mi claustro de arena.
Mi cuerpo como aljibe rebosa
y te guardo para mi sed venidera.
Mercaderes son mis manos a tus deseos.
Piden o roban sin pedir,
trueque de placer por placer sin dueño.
En tierra de nadie nos inventamos,
nos modelamos,
nos entregamos sabiendo que la soledad
vive al otro lado del susurro.
Sin promesas.

No, no te gires...
Deja que sea tu espalda la frontera de estos ojos,
de este destierro pactado antes de amarnos.
Que sea mi risa tu equipaje,
que sean tus caricias mis alas.
Por hoy, solo por hoy tengo derecho al llanto.
Tu piel y mi piel ensayan torpemente la renuncia.
Desnudos no hay donde esconder los sueños.
Te sabré y me sabrás sin límites
en las horas de esta eternidad inevitable.
Y mañana...
volveremos a ser los que no somos,
con la duda infinita de no saber que seríamos
sin habernos tenido hoy.

2 comentarios:

ralero dijo...

Esa duda siempre será, a pesar de la pesadumbre de la pérdida, más liviana, que no saber lo que se es por no haberse tenido nunca.

Difícil, e injusto, juzgar y condenar a quién nos llena de eternidades en el lapso en el que se desvanece un suspiro.

La distancia entre tempestad y calma a veces se reduce tan sólo al paso apenas perceptible de una nube evanescente, o a un grano de arena que entre los juncos se resiste a ser arrastrado por el viento. Y hay nubes quedamente tormentosas.

Besos.

Jesus Dominguez dijo...

Me encantó, paisana.

Un poema bellísimo.

Un saludo

JEsús DOmínguez