“Yo, veía la sonrisa tintineante del diente de oro de la abuela Margarita, una anciana de pelo amarillento y huesudas manos, que me tenía de invitada algunos inviernos.
En el regazo de delantal negro, aún estaba la huella de la gata “Sombra” y la rabia en la voz cuando se preguntaba quien la mató, cocinó y escondió sus huesos en la alacena.
Sentados cerca de la chimenea, los niños escuchábamos la historia cada vez más acurrucados por el miedo y nos repetía: “mi gata porta un diamante que se multiplicará por dos para aquel que de señas de su paradero”.
Ninguno se atrevía a moverse de aquella cárcel que dibujaban las palabras en las paredes”
La casa no parece la misma veinte años después. Estoy a dos metros de la puerta con mi equipaje. Toda mi vida en una maleta. Y me esperan para celebrar mi boda.
Me casé por poderes hace dos meses con aquel niño taciturno que nos observaba a través de las rendijas de la puerta mientras los demás desgranábamos historias frente a la chimenea.
Era el único valiente que miraba de frente a la abuela Margarita sin inmutarse.
Pasaba sus ratos haciendo cosas más interesantes que escuchar cuentos de miedo.
Aquel último invierno me regaló tres lagartijas, me enseñó las sanguijuelas de la fuente vieja, su colección de piedras-corazón y su mejor amigo, un gorrión pardo que reinaba en una jaula de colores.
¿Qué aspecto tendrá ahora aquel niño callado?
Cuántos detalles vienen a mi mente en estos pocos minutos de espera, de aquellas últimas vacaciones en el campo, del misterio sin resolver de la gata “Sombra” y de la triste jaula vacía del pájaro pardo. Como si fuera hoy, cierro los ojos y veo el brillo amenazador del diente de oro detrás de la sonrisa de la abuela Margarita como una venganza sin tiempo.
Antes de que se abra la puerta, miro el anillo de compromiso en mi dedo anular. No sé si el pedrusco que lo adorna es una baratija o es lo que parece, un brillante que me eriza la piel.
Ahora soy la señora de….
Mi amor tiene los ojos verdes, (no lo recordaba) cuando aúllan los perros se acurruca a mi lado y parece que ronronea, y cuando me acaricia, deja surcos en mi piel con su afilado secreto.
La sombra de “Sombra” vive con nosotros. Formamos un perfecto Menage a trois.