No era una costumbre, sino una necesidad por más raro que
pareciera al resto de la familia.
La tía Francisca
murió después de unos penosos días en los que yo no pude acompañarla.
Después de muerta, yo contaba con ella para todas las
cosas de mi diaria vida. Vigía
incansable de todos mis momentos, me protegía, cuidaba y complacía todos mis
ruegos.
A riesgo de que me llamaran loca, yo iba contando, como
la cosa más natural del mundo, aquella ayuda que tenía del más allá.
Algunos me decían
que no podía retener por siempre el espíritu protector, que rezara para que se alejara del círculo de mis
necesidades y la ayudara a
encontrar el camino de evolución.
No quería escuchar a nadie, no quería pensar que sería de mí si ella se alejaba.
Pero tenía remordimientos y una noche decidí no pedirle
más ayuda, Pase llorando la mitad de la noche por despedir a mi Ángel de la Guarda.
De madrugada me despertó una luz rojiza como si las
bombillas de la lámpara del cuarto se encendieran muuuuy len-ta-men-te como un fuego cálido se fueron tiñendo las
paredes y con la misma lentitud se apagaron.
Asustada me levante y llame a mi marido que estaba en la
habitación de al lado cuidando de mi bebé para que yo descansara. Le
conté lo sucedido y me calmó diciéndome que habría sido una pesadilla.
Para tranquilizarme, decidió quedarse en la habitación conmigo y a los
pocos minutos volvieron las luces a
teñir de rojo la estancia.
Nos abrazamos y nunca más hablamos de ello. Pero supe
que nunca estaría sola.
Al poco tiempo nos cambiamos de casa. Una tarde tomaba un
café sentada en la cocina y vi como la lucecita del horno se encendía sola,
suavemente, como si hiciera un guiño. Se me aceleró el corazón. Ella estaba
allí.
Pedí a un técnico
que mirara el electrodoméstico para que los demás se quedaran tranquilos
(yo sabía a qué era debido) aquel buen hombre me dijo que había una mala
conexión, me cobró por el trabajo tras comprobar que la lucecita se había
apagado. Mi horno estaba en perfectas condiciones para desafiar a la lógica.
A los diez minutos,
volvió a encenderse la luz. Jamás funcionó mi horno.
Yo cumplí el juramento de dejarla marchar…pero ella quiso
quedarse.
22 comentarios:
Confirma lo que plantea mi relato, no todo lo fantasmal es atemorizante.
Bien planteado tu relato.
Prefieren ayudar a los que quieren y dejaron solos aquí abajo.
Ponte en su lugar, harías lo mismo por alguien querido...
;o)
A mí no me importaría tener una presencia así! eso sí tendría que comprar otro horno.
Un beso grande!
Me ha conmovido tu relato, la historia de un vínculo que trasciende la carne para hacerse inmortal.
Y va la tercera, la tercera vez que escribo, en los 45' que llevo leyéndoos, que me he quedado atrapado en la lectura. Excelente!!!
Un beso
No me extraña tu relato ni me atemoriza porque mi tía Isabel me cuida. Ella me crió y desde su muerte tanto mi hija Elisabet como yo la sentimos muchas veces, o quizá sea que la añoramos mucho.
Un beso.
Una historia, que tu sabes perfectamente que es real, y que nadie te cree. Pero esto no es importante. Lo principal es que tu sigues contando con su gratísima compañía.
Un saludito,
uuffff...malvado o no, lo cierto que esa conexión tan inusual no puede dejar de erizarnos los pelos!jejeje
Un abrazo
Hola, Rosa.
Una bella historia, relatada con maestria. Engancha desde el primer párrafo. Y me la creo de principio a fin. ¿Para qué dejar marchar a la tía Francisca si no quiere irse?
Un abrazo.
Lupe
La imaginación es tan portentosa que hasta es capaz de encender luces de colores.
La verdad es que tu tía Francisca, sigue estando en tu pensamiento y en tus recuerdos.
Un abrazo.
Cuando el amor es grande ¿como alejarse? imposible, hay que aceptarlo Rosa, no queda otra.
Precioso.
Un beso.
Eso, se ha querido quedar para acompañarte, ser tu ángel y confidente y porque negarle tan linda tarea y que a ti te hace bien.
Un abrazo :)
Simplemente decirte que te creo, que nunca se marchan, que están con nosotros, que percibimos su presencia en mil y una ocasiones. ¿Sugestión?, quizás, pero en todo caso necesaria y saludable sugestión.
Ante algunas inexplicables circunstancias uno sólo puede pensar que están ahí y que velan por nosotros y eso aligera un poco la implacable losa de su pérdida. Muy bien narrado, Rosa.
Un fuerte abrazo.
Lo que estoy disfrutando este jueves con este tipo de historias. Y mira que luego soy una caguica, pero me gustan, ¿qué le hacemos? La tuya me ha gustado mucho, atrapa desde el primer momento. Se ve que la mujer no tenía ganas de dejar este mundo y se resistía a abandonarlo y a dejar sola a su querida sobrina. Un beso.
Creo en la persistencia del afecto y la necesidad de cercanía de aquellos a quienes quisimos y nos quisieron en vida. Seguro que esa llamita seguirá encendida, aunque para evitar sustos, debería hacerlo en el recuerdo y en el corazón. No todos somos capaces de asimilar ciertas compañías por más cariño que nos mueva.
Inquietante, pero tierna historia.
Besos!
Gaby*
Esa nueva dimensión que permite vivir después de haber vivido es poderosa y nada podemos hacer desde nuestra pobre y limitada existencia.
Yo, no me lo creo, pero escrito así, no puedo por menos que regocijarme en la duda.
Besos
Muy bella la historia que nos relatas Rosa, dicen que mientras se les recuerda y se les lleva en el corazón..no mueren. Es algo que dudo..Pero que me gusta pensar que así es.
Besos querida amiga.
Es muy bonita la historia que has contado pero si me pasa a mi...¡me muero!.
Besos
Muchas veces recurro a esas luces que nos alumbran desde un corazón que brilla más allá...
Me gustó verlo así reflejado en tus preciosas letras.
un fuerte abrazo
Está bien que te quieran ayudar desde el más allá,lo que pasa que da un poco de miedo la manera que tienen de manifestarse.
Bien relatado
Un abrazo
De esos angeles de la guarda debiamos tener todos unos pocos. Precioso amiga. Un beso
Leyenda urbana, tal vez, pero también creo que quien nos quiere sigue a nuestro lado, aunque no incida en el funcionamiento de los electrodomésticos. Esa es una licencia literaria que te concedes y que es brillante (como la luz del horno).
Besos.
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