jueves, 6 de junio de 2013

Relato de jueves: "Leyenda urbana"




No era una costumbre, sino una necesidad por más raro que pareciera al resto de la familia.
La tía Francisca  murió después de unos penosos días en los que yo no pude acompañarla.
Después de muerta, yo contaba con ella para todas las cosas de mi diaria vida.  Vigía incansable de todos mis momentos, me protegía, cuidaba y complacía todos mis ruegos.
A riesgo de que me llamaran loca, yo iba contando, como la cosa más natural del mundo, aquella ayuda que tenía del más allá.
Algunos  me decían que no podía retener por siempre el espíritu protector, que  rezara para que se alejara del círculo de mis necesidades  y la ayudara a encontrar  el camino de evolución.
No quería escuchar a nadie, no quería pensar  que sería de mí si ella se alejaba.
Pero tenía remordimientos y una noche decidí no pedirle más ayuda, Pase llorando la mitad de la noche por despedir a mi  Ángel de la Guarda.
De madrugada me despertó una luz rojiza como si las bombillas de la lámpara del cuarto se encendieran muuuuy  len-ta-men-te  como un fuego cálido se fueron tiñendo las paredes y con la misma lentitud se apagaron.
Asustada me levante y llame a mi marido que estaba en la habitación  de al lado  cuidando de mi bebé para que yo descansara. Le conté lo sucedido y me calmó diciéndome que habría sido una pesadilla.  
Para tranquilizarme, decidió  quedarse en la habitación conmigo y a los pocos minutos  volvieron las luces a teñir de rojo la estancia.
Nos abrazamos y nunca más hablamos de ello. Pero supe que  nunca estaría sola.
Al poco tiempo nos cambiamos de casa. Una tarde tomaba un café sentada en la cocina y vi como la lucecita del horno se encendía sola, suavemente, como si hiciera un guiño. Se me aceleró el corazón. Ella estaba allí.
Pedí a un técnico  que mirara el electrodoméstico para que los demás se quedaran tranquilos (yo sabía a qué era debido) aquel buen hombre me dijo que  había una mala conexión, me cobró por el trabajo tras comprobar que la lucecita se había apagado. Mi horno estaba en perfectas condiciones para desafiar a la lógica.
A los diez minutos,  volvió a encenderse la luz. Jamás funcionó mi horno.

Yo cumplí el juramento de dejarla marchar…pero ella quiso quedarse.


22 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Confirma lo que plantea mi relato, no todo lo fantasmal es atemorizante.
Bien planteado tu relato.

Tracy dijo...

Prefieren ayudar a los que quieren y dejaron solos aquí abajo.

Anónimo dijo...

Ponte en su lugar, harías lo mismo por alguien querido...
;o)

tereoteo dijo...

A mí no me importaría tener una presencia así! eso sí tendría que comprar otro horno.
Un beso grande!

&& dijo...

Me ha conmovido tu relato, la historia de un vínculo que trasciende la carne para hacerse inmortal.

Y va la tercera, la tercera vez que escribo, en los 45' que llevo leyéndoos, que me he quedado atrapado en la lectura. Excelente!!!

Un beso

Leonor dijo...

No me extraña tu relato ni me atemoriza porque mi tía Isabel me cuida. Ella me crió y desde su muerte tanto mi hija Elisabet como yo la sentimos muchas veces, o quizá sea que la añoramos mucho.

Un beso.

Montserrat Sala dijo...

Una historia, que tu sabes perfectamente que es real, y que nadie te cree. Pero esto no es importante. Lo principal es que tu sigues contando con su gratísima compañía.
Un saludito,

Neogeminis Mónica Frau dijo...

uuffff...malvado o no, lo cierto que esa conexión tan inusual no puede dejar de erizarnos los pelos!jejeje
Un abrazo

Lupe dijo...

Hola, Rosa.

Una bella historia, relatada con maestria. Engancha desde el primer párrafo. Y me la creo de principio a fin. ¿Para qué dejar marchar a la tía Francisca si no quiere irse?

Un abrazo.

Lupe

Juan L. Trujillo dijo...

La imaginación es tan portentosa que hasta es capaz de encender luces de colores.
La verdad es que tu tía Francisca, sigue estando en tu pensamiento y en tus recuerdos.
Un abrazo.

San dijo...

Cuando el amor es grande ¿como alejarse? imposible, hay que aceptarlo Rosa, no queda otra.
Precioso.
Un beso.

Cecy dijo...

Eso, se ha querido quedar para acompañarte, ser tu ángel y confidente y porque negarle tan linda tarea y que a ti te hace bien.

Un abrazo :)

Anónimo dijo...

Simplemente decirte que te creo, que nunca se marchan, que están con nosotros, que percibimos su presencia en mil y una ocasiones. ¿Sugestión?, quizás, pero en todo caso necesaria y saludable sugestión.
Ante algunas inexplicables circunstancias uno sólo puede pensar que están ahí y que velan por nosotros y eso aligera un poco la implacable losa de su pérdida. Muy bien narrado, Rosa.
Un fuerte abrazo.

Cristina Piñar dijo...

Lo que estoy disfrutando este jueves con este tipo de historias. Y mira que luego soy una caguica, pero me gustan, ¿qué le hacemos? La tuya me ha gustado mucho, atrapa desde el primer momento. Se ve que la mujer no tenía ganas de dejar este mundo y se resistía a abandonarlo y a dejar sola a su querida sobrina. Un beso.

Gaby* dijo...

Creo en la persistencia del afecto y la necesidad de cercanía de aquellos a quienes quisimos y nos quisieron en vida. Seguro que esa llamita seguirá encendida, aunque para evitar sustos, debería hacerlo en el recuerdo y en el corazón. No todos somos capaces de asimilar ciertas compañías por más cariño que nos mueva.
Inquietante, pero tierna historia.
Besos!
Gaby*

Alfredo Cot dijo...

Esa nueva dimensión que permite vivir después de haber vivido es poderosa y nada podemos hacer desde nuestra pobre y limitada existencia.

Yo, no me lo creo, pero escrito así, no puedo por menos que regocijarme en la duda.

Besos

Lucía m.escribanoblogsport.com dijo...

Muy bella la historia que nos relatas Rosa, dicen que mientras se les recuerda y se les lleva en el corazón..no mueren. Es algo que dudo..Pero que me gusta pensar que así es.
Besos querida amiga.

Charo dijo...

Es muy bonita la historia que has contado pero si me pasa a mi...¡me muero!.
Besos

casss dijo...

Muchas veces recurro a esas luces que nos alumbran desde un corazón que brilla más allá...
Me gustó verlo así reflejado en tus preciosas letras.

un fuerte abrazo

CARMEN ANDÚJAR dijo...

Está bien que te quieran ayudar desde el más allá,lo que pasa que da un poco de miedo la manera que tienen de manifestarse.
Bien relatado
Un abrazo

María José Moreno dijo...

De esos angeles de la guarda debiamos tener todos unos pocos. Precioso amiga. Un beso

Juan Carlos Celorio dijo...

Leyenda urbana, tal vez, pero también creo que quien nos quiere sigue a nuestro lado, aunque no incida en el funcionamiento de los electrodomésticos. Esa es una licencia literaria que te concedes y que es brillante (como la luz del horno).
Besos.