
Que digo yo, Manolo, que si le gustará a tu madre el regalo…
Manolo como si oyera llover, hace figuritas con el humo de su tabaco de contrabando.
Pronto llegarán al puerto, a penas se pare el bamboleo de este cascarón de lujo, volverán a ser los vecinos anónimos en el bloque de pisos de protección oficial.
Mira el mapa de abordo marcando el itinerario de vuelta con el dedo de negar.
La Gordi ensaya una reverencia para impresionar al capitán en la cena de despedida, luego, a penas a tres pasos, su casa, su ventana que da al norte donde hasta los geranios de plástico se mueren.
Envuelve la taza cuidadosamente. Verona se escapa entre los pliegues de celofán…
No todos los días le toca a una un viaje con los puntos del yogur de macedonia desnatado.