martes, 27 de septiembre de 2016

Finis Terrae



                                         


 ( Mi relato Finis Terrae, finalista en el certamen de relatos  Mujeres Viajeras, se incluirá en el libro de la VIII edición)


Antes de que el tiempo convierta en astillas la memoria y las palabras sean vestigio de un naufragio, tu naufragio por mi vida, quiero desandar en el papel, los pasos de nuestra huída.
Descontando los días felices, ya sólo quedan los escombros de la costumbre. Decididos a cambiar la rutina, planeamos nuestro último viaje.
Sin rumbo para que la vida nos sorprendiera, guardamos el rencor en un rincón de la maleta con la promesa de desterrarlo poco a poco.
Al alba nos pusimos en marcha, el sol doraba las lomas de los trigales.
Junio. Sevilla.
El tren aligera el tiempo dejando la campiña como un borrón en el paisaje. Córdoba huele a piñonate y nos abre sus puertas con un llamador de arcángeles. La luna derramada en los patios acuna a los geranios. Canta el agua.
Vamos de paso, unas veces a salto de caballo otras con movimiento de alfil, como en un gigantesco tablero de ajedrez, calculando la jugada para no herirnos más.
Todo va tan de prisa…El eco nos pregunta, pero nuestro silencio cae barranco abajo por las simas azules de Despeñaperros.
Madrid nos traga por unos días, pero huimos desde el mapa de bolsillo y echando a suertes el destino, la brújula señaló más al norte,  un pueblo abandonado de León,  Los Montes de la Ermita.
Hasta allí nos arrastró el olvido,  el olor del heno, el luto de los tejados de pizarra, los chillidos  de los vencejos al anochecer, el pulso de las piedras, la sonrisa de los viejos que borraron el calendario…
El rencor, amargo, nos sirvió de alimento por muchos días. Cada vez nos pesó menos el equipaje y más los miedos.
Cuando el invierno blanco bajó por los senderos, pusimos  rumbo al mar…
Huyendo, sólo huyendo de nosotros mismos, anclamos nuestros barcos de papel allí donde el atardecer es como una herida en el horizonte.
Vimos precipitarse el sol en el agua cada día y asistimos al milagro del amanecer en el Cabo de Finisterre.
Náufragos a destiempo, desmenuzamos la noche y la vida con la certeza de lo inevitable.
En la Costa da Morte, suenan a llanto las caracolas.



9 comentarios:

Juan L. Trujillo dijo...

Mucha poesía en este relato. Digno finalista, con las palabras esenciales y justas.
Enhorabuena.
Besos.

Ester dijo...

Desconozco cuantos participantes, pero quedar finalista es un logro, y leyendo el relato se entiende que reciba merecimiento, poesía sin rima, y sentimiento poético. Un abrazo

María José Collado dijo...

Enhorabuena. Me ha encantado el relato. Besos.

Tracy dijo...

Muchas felicidades por ese premio, porque quedar finalista es ya un premio.

Aborojuan (Juan Martínez Iglesias) dijo...

Un bonito viaje cargado de poesía.
Enhorabuena.

Anónimo dijo...

Hay a quien desprecia el mestizaje entre la prosa y la poesía; yo siempre fui admiradora de "Platero y yo". Creo que los escritores y escritoras que no saben dar estas maravillosas pinceladas a sus relatos, se pierden lo mejor de la creación artística: la libertad de crear.

Un abrazo y mi enhorabuena más sincera, Rosa.

José Vte. dijo...

Precioso y poético como siempre Rosa.
Mi enhorabuena por ser finalista con un relato magnífico.

Un abrazo.

Charo dijo...

Me ha encantado este poético viaje de sur a norte, la descripción que haces de cada particularidad en paisajes tan variopintos. Enhorabuena!
Un beso

ANNA dijo...

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