( Mi relato Finis Terrae, finalista en el certamen de relatos Mujeres Viajeras, se incluirá en el libro de la VIII edición)
Antes de que el tiempo convierta en
astillas la memoria y las palabras sean vestigio de un naufragio, tu naufragio por
mi vida, quiero desandar en el papel, los pasos de nuestra huída.
Descontando los días felices, ya
sólo quedan los escombros de la costumbre. Decididos a cambiar la rutina,
planeamos nuestro último viaje.
Sin rumbo para que la vida nos
sorprendiera, guardamos el rencor en un rincón de la maleta con la promesa de
desterrarlo poco a poco.
Al alba nos pusimos en marcha, el
sol doraba las lomas de los trigales.
Junio. Sevilla.
El tren aligera el tiempo dejando
la campiña como un borrón en el paisaje. Córdoba huele a piñonate y nos abre
sus puertas con un llamador de arcángeles. La luna derramada en los patios
acuna a los geranios. Canta el agua.
Vamos de paso, unas veces a salto
de caballo otras con movimiento de alfil, como en un gigantesco tablero de
ajedrez, calculando la jugada para no herirnos más.
Todo va tan de prisa…El eco nos
pregunta, pero nuestro silencio cae barranco abajo por las simas azules de
Despeñaperros.
Madrid nos traga por unos días,
pero huimos desde el mapa de bolsillo y echando a suertes el destino, la
brújula señaló más al norte, un pueblo
abandonado de León, Los Montes de la
Ermita.
Hasta allí nos arrastró el olvido, el olor del heno, el luto de los tejados de
pizarra, los chillidos de los vencejos
al anochecer, el pulso de las piedras, la sonrisa de los viejos que borraron el
calendario…
El rencor, amargo, nos sirvió de
alimento por muchos días. Cada vez nos pesó menos el equipaje y más los miedos.
Cuando el invierno blanco bajó por
los senderos, pusimos rumbo al mar…
Huyendo, sólo huyendo de nosotros
mismos, anclamos nuestros barcos de papel allí donde el atardecer es como una
herida en el horizonte.
Vimos precipitarse el sol en el
agua cada día y asistimos al milagro del amanecer en el Cabo de Finisterre.
Náufragos a destiempo, desmenuzamos
la noche y la vida con la certeza de lo inevitable.
En la Costa da Morte, suenan a
llanto las caracolas.
9 comentarios:
Mucha poesía en este relato. Digno finalista, con las palabras esenciales y justas.
Enhorabuena.
Besos.
Desconozco cuantos participantes, pero quedar finalista es un logro, y leyendo el relato se entiende que reciba merecimiento, poesía sin rima, y sentimiento poético. Un abrazo
Enhorabuena. Me ha encantado el relato. Besos.
Muchas felicidades por ese premio, porque quedar finalista es ya un premio.
Un bonito viaje cargado de poesía.
Enhorabuena.
Hay a quien desprecia el mestizaje entre la prosa y la poesía; yo siempre fui admiradora de "Platero y yo". Creo que los escritores y escritoras que no saben dar estas maravillosas pinceladas a sus relatos, se pierden lo mejor de la creación artística: la libertad de crear.
Un abrazo y mi enhorabuena más sincera, Rosa.
Precioso y poético como siempre Rosa.
Mi enhorabuena por ser finalista con un relato magnífico.
Un abrazo.
Me ha encantado este poético viaje de sur a norte, la descripción que haces de cada particularidad en paisajes tan variopintos. Enhorabuena!
Un beso
https://anna-historias.blogspot.com.es/2016/09/muerte_25.html?m=1.
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