Miré al reloj de la torre, el tiempo se había detenido, como
si la prisa se hubiese escondido detrás de los números romanos, la esfera se había cuarteado
dando una imagen de vejez casi humana, con los minutos y segundos llenos de arrugas.
El sol pesaba sobre la uralita, sediento, a 45 grados a la
sombra.
Así eran las siestas de mi niñez. Toda la casa descansaba
menos los animales y yo.
Las gallinas haciendo malabares en el palo soportaban la
calima con sus picos abiertos. Un aleteo del gallo ponía en alerta al corral
cuando yo abría la cancela y me adentraba en sus dominios.
Llevaba en las manos a modo de señuelo, el afrecho y el
trigo que se guardaba en el granero. Primero les llenaba el buche, luego, al
descuido, las cogía bajo el brazo y les iba arrancando las plumas más vistosas.
El gallo, más de una vez se me enganchó al pelo clavando sus
espolones y resistiéndose a ser despojado de sus atributos más llamativos para
encandilar a las ponedoras.
La batalla se saldaba con unos cuantos picotazos y diez o doce plumas a mi favor, que servirían
para confeccionar mi gran cabellera de jefe indio.
Las cinco. La siesta no se acababa aún.
Los gatos apurando el fresco en el empedrado del patio,
dormitaban ajenos al revuelo del gallinero.
Me aburría y entonces recurría a la peluquería. Primero el
flequillo, ras, ras, ras, la frente despejada del todo y después, aprovechando el duemevela de los
gatos, recortaba sus bigotes al milímetro. ¡Que tontos, ni se inmutaban!
Sólo que al despertar, iban dando tumbos desorientados
tropezando con todos los cachivaches de la casa.
¡Que contentos deberían estar mis padres de que no les
molestara en su descanso!
¿O no?
¿O no?
17 comentarios:
Eso es una travesura detras de otra. Yo tambien recuerdo las horribles siestas de verano solo que yo normalmente las hacia con mi tia la cual con pico que te movieras: zas! Ya habias recibido. Anda que pobres gallinas y pobres gatos, tu eras mas terrible que yo. Un escrito muy divertido, besos.
Creo imaginarsme la reacción. Lo de "desastre" en tu nombre me hizo imaginar que la travesura iba a ser algo comoesto.
Madre mía, pobres animalitos! Me ha encantado lo bien que has descrito esas horas tediosas y aburridas de las siestas en verano, con el calor que lo aplatana todo menos a un niño que se aburre...Muy divertido!
Un beso
Jjajajaj ¿sabes pro qué me río? Porque yo de muy niña le arrancaba las plumas a las gallinas on un habilidad inaudita jajajaja Ni una me picaba pero te aseguro que no les engañaba. Entraba directa y bien chiquitina que era yo.
La dueña le decía a mi madre: ¡Esta niña me va a volver cluecas las gallinas!
Un beso enorme y gracias por la sonrisa.
No te imaginaba tan traviesa Rosa.¿Es autobiográfico?. Pobres gallinas, pobre gallo y pobre gato.
Un abrazo.
jaja qué traviesa habías resultado, Rosa!...no lo hubiese pensado...me imagino esas pobres gallina desplumadas y esos gatos sin bigotes y no puedo sino reir!
Un abrazo
Esas siestas de la infancia eran interminables, momento idóneo para obtener la materia con la que elaborar los materiales para los juegos.
Recuerdo que en usa de esas siestas conté mi primer cuento.
Besos, querida Rosa.
Lo gatos y las gallinas no estarían muy contentos, con esos bigotes y plumas a cuestas.
Un abrazo
No hay que molestar cuando duermen la siesta y no debemos aburrirnos si no la dormimos, creo que son travesuras casi imprescindibles. Un abrazuco
Uf, no recuerdo dormir una siesta hasta llegar a los chorrocientos años.
Pobres bichos :)
Un beso y tu cafelito, compi.
LINDA, MUY LINDA EVOCACIÓN.
ABRAZOS
Hola Rosa: Imagino la cara que pondría tu madre, al levantarse de su siestecita. Mira estaría bien que cambiaras tu apodo,-tu sabes bién que no me gusta- y podrias auto nombrarte:"Rosa la traviesa".Suena mejor, ¿no crees?
REcibe un achuchón muy entrañable.
Esas diabluras en estos tiempos son impensables, ojalá se pudieran hacer, nuestra vida sería más natural.
Jajajaja me has sacado sonrisas con tu relato, pues sí que eras trasto de niña ¿eh? pobrecitos animalitos qué delito habrían cometido jajaja. Yo en cambio recuerdo las siestas de mi niñez jugando con mis muñecas, o leyendo tebeos, por cierto, en la vida me he dormido la siesta, es algo que odio desde siempre, pero veo que mucha gente tiene costumbre de ella.
Un beso.
Me encantó... y esa imagen es genial... qué bonita infancia se ve reflejada en tus letras.
Un beso.
me maravilla
como
escribes
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