sábado, 24 de septiembre de 2011
Relato de jueves-sábado: "La calle dónde vivo"
Mi calle es más mi calle cuando huele a tierra mojada.
Llueve desde todas las esquinas de las casas blancas. La mía, es como una media luna que se asoma a la plaza y es por eso que la lluvia salpica y agujerea la cal de los umbrales.
Llueve desde la memoria y bajan las regueras llenas de barcos de papel, seguramente hechos de cartas de amor de esas que encierran promesas entre barrotes de tinta y que se disuelven sin cumplir, en remolinos de agua.
Parece un mar teñido, el borde de los charcos.
Huele a tierra mojada en mi calle desnuda de acacias, mi calle empedrada, mi calle y las golondrinas del destiempo custodiando los tejados.
Los brazos de viento se levantan para jugar al silbo en las ventanas. -Ya no, pero de pequeña esa conversación del aire en los quicios, me daba miedo-
Hoy en mi calle, hoy en mi otoño, me parecen más pequeñas las aceras y más tostado el sol que se recuesta en ellas, más sonora la voz del que pregona quincallas y más tenue la charla en los corrillos de los viejos.
La fuente seca, las tres farolas rotas a pedradas, la taberna, el perro cojo en el zaguán, los niños que no saben jugar a las canicas…
En el número seis, María amasa el pan de madrugada y deja migas en la puerta que luego roban los pájaros, Juana, la de la sonrisa en los ojos, vive en el número dos y cada día barre las hojas que caen de la hiedra que abraza sus paredes, Manuel recorre la calle vendiendo leña de jara y de olivo, canturrea y su voz es como el humo, en la casa de abajo viven las dos solteronas, bordan eterno ajuar sentadas en sus sillas de enea…
El resto es gente normal, de esas que el sueldo no les llega a fin de mes, normales solitarios enganchados a Internet, matrimonios normales despedazados por la rutina, adolescentes que se derriten como el chocolate, chiquillos que ensayan la alegría a todas horas…
En el número doce de esta calle y desde mi balcón de sur, te invito a ver pasar la vida.
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