He gastado todos los ahorros en acristalar la casa, de
manera que sea una ventana al mundo pero que el mundo no pueda hacerme sombra.
He mandado afinar el piano, las estanterías están repletas
de libros, de colecciones de sellos, de cromos, de monedas, los discos de
vinilo cuidadosamente almacenados, los álbumes de fotos antiguas apilados por
orden cronológico, la lista de los “estudio 1” (esas obras de teatro en blanco y negro, que
me harán retroceder cuarenta años para disfrutarlos por enésima vez)
Me voy a permitir todos los caprichos, incluidos kilos de
chocolate que pasarán de la despensa a mi cintura cuando acabe mi encierro.
Para que la alegría de la estación se haga presente en mis
habitaciones, he vestido de tulipanes
las cortinas, las sábanas, los manteles…
Mañana empieza la primavera fuera de mis dominios.
He declarado la guerra al polen. Mis armas están afiladas, nada que temer.
La vida respira dentro mi burbuja sesenta veces por minuto.