jueves, 31 de marzo de 2016

Relato de jueves: ¡Peligro. Primavera suelta!




He gastado todos los ahorros en acristalar la casa, de manera que sea una ventana al mundo pero que el mundo no pueda hacerme sombra.
He mandado afinar el piano, las estanterías están repletas de libros, de colecciones de sellos, de cromos, de monedas, los discos de vinilo cuidadosamente almacenados, los álbumes de fotos antiguas apilados por orden cronológico, la lista de los “estudio 1”  (esas obras de teatro en blanco y negro, que me harán retroceder cuarenta años para disfrutarlos  por enésima vez)
Me voy a permitir todos los caprichos, incluidos kilos de chocolate que pasarán de la despensa a mi cintura cuando acabe mi encierro.
Para que la alegría de la estación se haga presente en mis habitaciones, he vestido de tulipanes  las cortinas, las sábanas, los manteles…
Mañana empieza la primavera fuera de mis dominios.
He declarado la guerra al polen.  Mis armas están afiladas, nada que temer.
La vida respira dentro mi burbuja sesenta veces por minuto.


sábado, 26 de marzo de 2016

Insomnio II




El café se ha enfriado. Los gatos miran la lluvia detrás de los cristales y el frío tulle mis huesos.
He contado las losetas de la habitación desde todos los ángulos, bien  sé de las grietas que envejecen al mármol. 
Los fantasmas que habitan mis cuatro paredes han cerrado los ojos para no verme. 
El iris se ha mudado de color. No me reconoce el espejo.
Estoy preso en la esfera del reloj. Busco  la libertad desmenuzando los minutos y solo  consigo llenar mi cuarto de horas caducas.
La música del violín de Aldrich se cuela por las rendijas de la puerta.
En la habitación de enfrente siempre hay concierto  para los insomnes, para los solitarios, para los que patean la calle revolviendo en las basuras, para las mujeres de la vida, los ateos, los desahuciados, los locos sin diagnosticar…
La contraseña que empuja la puerta para compartir el desvelo, es una botella de alcohol barato.  La noche se enciende  con luminarias engañosas.
Cruzar el pasillo de ésta pensión es como atravesar el mundo. Yo no sé bien a que colectivo pertenezco. No sé si quedará sitio para un poeta siquiera.

No hay prisa. La mañana nos sorprenderá borrachos de sueños.

miércoles, 23 de marzo de 2016

"INSOMNIO" para un relato de jueves






La luna llama insistente a los cristales. Me duelen los ojos de apretar la noche, de invocar al sueño.  
Vigilia de las sombras que acechan mi cama.
A sorbos me bebo el miedo que nada en el vaso de agua. 
Oigo  como llora la madera de mi armario y como un eco, el crujido suena en la mecedora. 
Balanceo mi insomnio con la esperanza de agotar las horas. 
Fumo mi tercer cigarrillo y el humo dibuja preguntas en las paredes.
Sobre la mesilla de noche, el último libro de poemas, las llaves de la conciencia, los mensajes cifrados de tu recuerdo, la candileja  que alumbra el llanto, la cajita de la rabia, las gafas de no ver, el reloj despojado de tiempo...
Dormir, dormir, dormir... canta el cuco. Cuenta el cuco conmigo las ovejas, cientos de miles que huyen con la alborada de mis ojos abiertos.
La luz se cuela por esta primavera recién estrenada iluminando mi cuarto,  acentuando mis ojeras, alojándose bajo mis párpados sin pedir permiso.
Envejece mi desnudez ante el espejo mientras los fantasmas de tu risa se alejan por el pasillo.

Otra noche hecha cenizas.  

jueves, 17 de marzo de 2016

Este jueves un relato: (Inspirado en una foto hecha por Cass) "A ras del suelo"



A ras del suelo


No. Ya no puedo más. Estoy al otro extremo mirando la vida de lejos.
La vida que me tocó vivir a tu lado, a cien metros del suelo, tragando el azul equivocado de las paredes, la música del ascensor que se paraba siempre en el piso sesenta y tres, la urgencia de los atardeceres transitando por la cocina y las noches descontando el amor que pasa por tus relojes de arena.
No. Ya no puedo más.
No llegué a acostumbrarme  al dulce vértigo de asomarme a la ventana buscando inútilmente el vuelo de los pájaros.
El eco del horizonte guardado en mis pupilas  es un ocupa innecesario que me desaloja la alegría.
No. Ya no puedo más.   
Allí arriba se siguen  escribiendo las palabras con humo, se gritan alto para oídos sordos… Con lo fácil que es susurrar en la piel con una caricia.

A ras del suelo, sólo nos separa el esperpéntico abrazo de las acacias.