Abro mi diccionario y elijo la palabra más hermosa: MAMÁ.
Esa fue la primera palabra que aprendí, seguramente.
Mamá es mi llamada, mi oración, mi comienzo.
Su sonrisa, sus consejos, sus silencios, su luz, han sido mi equipaje hasta que la vida me desnudó de sus abrazos una noche de abril. De repente.
Era el abril mudando el equipaje de la primavera, abril y atardecer en las rosas rojas, abril de los gorriones en la morera, abril y el azahar trasnochando en el jardín.
Se nos quedaron unas cuantas de cosas por decir, de esas que se dejan siempre para mañana.
Pero el reloj, que se ajustó a destiempo en tu pulso, no me esperó mamá, no me esperó.