Observando lo cotidiano
Que pereza de cada mañana abrir el buzón atascado de papeles de todos los colores, publicidad de verano, es decir, alguien que te rebaja kilos casi gratis como se rebaja el tiempo en las esperas inútiles, papeles de esos que te arreglan las arrugas y el cuarto de baño con mármol rosa y un seguro contra el desánimo de color naranja.
La llave del buzón, única, como un cuadro de Ribera, que aunque todo el mundo se atreve a copiar, no pasa de ser un delito inservible. Esa llave que me condena a ser la dueña de las ofertas del “tres por dos” sintiéndome tan culpable cuando caducan sin usar.
El buzón es el punto de las interrogaciones, el barranco de la sorpresa, un tenderete de augurios baratos, una letanía de deseos desechos, la puerta del desencanto es, al fin y al cabo donde malviven las letras picudas de la espera.
Mi apellido heredado se exhibe en las cartas, clonadas misivas del desconcierto en sobres sin timbrar.
Mi nombre encabezando una estafa brillante…..”Tiene usted la posibilidad de poseer una isla por el módico precio de…” “Cómprese una estrella en la constelación de Tauro…” “Ha sido agraciado con un viaje a nado al Caribe para dos personas…”
Y me sueño en la orilla de un mar de papeles mientras me deshago sin piedad de tanta y buena suerte….
Dueña solo del buzón del 5º D, con mi apellido corriente, que por no tener, no tiene ni tilde en el “García”.
Abro el buzón con la esperanza de que hoy sea un día diferente, que me hayan escrito una carta de amor, que me lleguen noticias de un tío rico de America, que me dejen por error un billete de avión sin destino y sin remite, que me echen un poema y una rosa seca por la ranura, avisándome de una cita a ciegas… Que por primera vez no me ofrezcan la luna regalada ni tenga que ocultar a los vecinos los trozos rotos de mi mala suerte.
Rebosa mi buzón de letras sin pagar en sobres blancos, serios, como corresponde a las facturas de la vida.
… Y ningún banco me avala.