No quiero oír ese río
que pasa por el cauce de mis venas,
tumulto de una sed vieja,
buscando orillas en el barranco de mi memoria.
No quiero inundar el légamo con el que modelar pretextos,
ni quebrar los juncos a contra corriente de mi rabia.
Río ajeno a mi venero, prestada la queja al agua,
imparable como la tristeza,
el rumor de ti, amor,
aún me anega la vida.