Arquea la espalda en simulacro
perfecto, como si parara el gol de la victoria.
No se paran los sueños en el
espacio que hay entre sus manos y el larguero de la cama.
Agita los brazos, agita la rabia
y se difumina el dolor dando paso al sueño.
La morfina cumple con su parte.
La otra parte grita desde dentro
hasta desbaratar la razón.
No hay derecho. No. Sólo es un
niño.
La vida se apunta un tanto, ¡por
hoy hemos ganado!
Cara o cruz…nadie quiere jugar
contra el cáncer.
El árbitro de todos los partidos,
dicen que se llama Dios.