Al principio,
entre los labios las dos palabras que me abrieron al mundo, mi mundo
recién estrenado y pequeño, llave de la puerta del amor. Mamá, Papá.
Más tarde, miel en los ojos, alforjas llenas,
rebosan los vocablos y esas dos
primigenias echan raíces cuando se
nombra al Hijo.
Fonemas que se
enlazan para no entendernos con el Hermano
de diferente raza o credo
Todas las demás agrupadas
en Alegrías, son veredas para llegar
a la libertad.
Las palabras
enmudecen ante el Dolor y es la soledad,
inquilina de oídos sordos en
la carcasa de la vejez.
Con la Muerte
te preguntas si mereció la pena hilvanar
tantas letras para Nada.