martes, 30 de septiembre de 2008

Un motivo siquiera...





Recién se levanta y le estalla la cabeza.
Se sujeta las sienes como si quisiera exprimir la noche.
Salir en desbandada del sueño,
mirar de frente el amanecer,
despertarse,
des-dormirse.
Tiene ojeras perpetuas como pintadas en la piel por un principiante.
No obedecen mucho los huesos,
crujen como las ramas secas,
Adrede, se suma los años que no le pertenecen para justificar su desgana.
Un café amargo casi frío,
una mañana invadida de cuervos,
un motivo siquiera...
No hay razón para no tirarse por la ventana.
La rutina no le es propicia.
¿Por que todos los domingos de su vida son tan huecos?

sábado, 27 de septiembre de 2008

Mabon



Mabon




No deja de llover,
Los pájaros muertos atascan la luz.
Detrás de la puerta,
te aguardan oscuros los charcos.
Aves desorientadas se ahogan en otoño.
Una espiral de aire circunda las alas
hasta la fosa común del vuelo.
Caen las hojas
Tras los cristales de septiembre,
reclamo el luto de mi voz
para callar tu nombre.
Fuera
el equinoccio agoniza en el barro.

martes, 23 de septiembre de 2008

Raíces secas




Acabo de ganar el segundo premio de "Viaje en autobus en 500 palabras" del Consorcio de Transportes de Sevilla.
Este es mi relato.




-Raíces secas-

Desde la ventana el paisaje desolador de lo conocido, la luz hiriente del medio día del sur y la desgana para hacerse preguntas.
La estación un crisol, un tamiz por donde se cuelan las razas, los acentos, los comienzos y los adioses.
-Sevilla, 18 de junio-
Es todo lo que necesita leer para encontrarse. Arruga el billete, y lo asila en el bolsillo. El destino es esa incógnita que se quedó en el trozo arrancado por el revisor, un trofeo que estorba en las estanterías de mañana. Da igual.
Raíces secas desde sus pies alertan de una muerte inminente. Por eso esconde los zapatos bajo el asiento, esconde la sonrisa, esconde el grito en el minutero del reloj.
Huye.
Ajusta el respaldo, tamiza el sol con la cortina de rayas (una improvisada cárcel) dirige el chorro del aire acondicionado que como un estilete va abriendo el sudor de la frente hasta helar sus pensamientos.
Cierra los ojos y comienza una cuenta atrás para arrancarse de un terreno baldío.
Ser un eral no puede ser peor que esto –se dijo-
Coloca el equipaje con sumo cuidado. Una caja de cartón envuelta en papel gris, donde el lacre rojo es como una herida que atraviesa el certificado de mercancía no peligrosa.
Todos los asientos son de “no fumadores”, pero en ninguno se prohíbe a los desheredados de la felicidad.
La soledad no contamina.
Todo está en orden, ella entra dentro del cómputo de usuarios anónimos.
Se entretiene revolviendo el bolso ignorando al resto de pasajeros con sus historias escritas en los dedos, esas que van dejando en el vaho de los cristales preguntas sin respuestas.
Una factura olvidada en el compartimento plastificado del monedero, es lo único que la condena a esta latitud, una moneda de la suerte, una reliquia de “San Seacabó”, una tarjeta de visita de ese enemigo reciente, y una cita caducada para la echadora de cartas.
Todo inútil.
El espejo del bolso es el chivato de sus ojeras, condecoraciones de noches enteras sin dormir. Se retoca la pintura y el escote, (ese precipicio donde ha caído el compañero de asiento) Ojea un periódico atrasado buscando las ofertas de trabajo, haciéndose la interesante, marcando sólo los anuncios que solicitan licenciaturas.
Ella es licenciada en cacerolas. Tiene un master de infortunios varios, sin cartas de recomendación.
El autobús atraviesa calles sin estrenar. Los viajeros que llegan, traen raíces, pero no como las suyas.
Ellos portan su destino en un sitio visible, que los bolsillos son para otros menesteres. Allí guardan las ilusiones de futuro, la magia del encuentro, la prisa del destino….
Que rica es, la pobre, desde el instante en que sacó un billete solo de ida a ninguna parte.
Fin de trayecto.
El viajero del asiento de al lado, exiliado sin remedio del acantilado de su canalillo, le pregunta: ¿Señora es éste todo su equipaje? Refiriéndose a la caja de cartón lacrada.
Si,-contesta- pero no lo quiero.
Veinte años de amor, pesan demasiado.
-

domingo, 21 de septiembre de 2008

Chocolate



Chocolate


Sonó el pitido del interfono repetidas veces, tímidos y cortos avisos que la sacaron de su mundo cómodo.
Con desgana cogió el auricular y, como siempre, contestó con un escueto ¿si?
Del otro lado solo estuvo el silencio.
Algo contrariada por la interrupción sin fruto, se dirigió a la cocina, al armario donde se guarda el chocolate (ese sustituto del sexo) y cogió un trozo algo mas pequeño que su aburrimiento.
El chocolate y ella, pareja perfecta para la perfecta tarde interrumpida.
No sabía que sería peor a la larga, si el chocolate o el tabaco.
Placeres, solo placeres efímeros.
Lo que la estaba minando era la rutina, y esa, ni engorda ni te tiñe los pulmones.
Sencillamente crea un agujero por donde se escapan las ilusiones sin dejar rastro.
Sin domicilio donde poner una queja, sin que nadie te indemnice por el deterioro de tus días, sin almacenaje seguro para tus arrugas, tus miedos, tu desgana para la pelea.
Las cortinas amarillas, placebo de luz, separan las ventanas de la vida de fuera.
Cuántos días, sin moverse, baja hasta la calle, se cuela en la vida de los extraños que transitan, les reinventa la vida, les atribuye historias en un intento de pensarlos felices.
Desde hace un tiempo, en la acera de enfrente, un hombre pasea tranquilo, como esperando a alguien. Alguien que no llega nunca. Lleva una camisa azul.
A él no se atreve a urdirle un destino, le mira entrecerrando los ojos, haciendo una cárcel de sus pestañas. Inconscientemente lo atrapa, se lo guarda.
Habla sola, con la música de fondo. Una Edith Piaff patética con chales negros, da vueltas en su viejo tocadiscos impregnado de acento francés la apatía.
Suena de nuevo el pitido del portero electrónico. Una oculta impaciencia la empuja deseando que ocurra algo. Que por una vez no sea el chico que reparte publicidad, ni la vecina del sexto que ha olvidado las llaves, ni el vendedor de aspiradoras.
-¿Si?
De nuevo el silencio. De nuevo más chocolate.
Tanto “sustituto” no puede ser bueno.
De una cajita que hay sobre el tocador, saca un pintalabios reseco. Con el perfume antiguo, roza su nuca, coge el bolso y quiere salir...
Ese gesto se repite día tras día, hasta la puerta misma del ascensor y allí el pretexto la condena al encierro de nuevo.
Mañana. Saldré mañana.
Las estaciones se han ido sucediendo en la acera de enfrente, el hombre de la camisa azul definitivamente está abandonado.
Llaman alguna vez... ella pregunta y nunca nadie responde.
Se amontonan las cajas de chocolate en la despensa y ahora fuma tres cajetillas de tabaco diarias...
A la larga, la rutina, le pasó factura.
Que caro sale el placer solitario.

jueves, 18 de septiembre de 2008

Nocturno



Nocturno



Quiero hablarte
como hablan las orillas a los juncos,
quedarme en tu vaivén como se queda el légamo
amoldando abrazos de agua.
Quiero ser la sed de tus guijarros,
la noche trenzada en tu pelo, tu surco y tu cima.
Llegarte como jirón de luna asomada a los álamos.
Ser trama de vientos y danza de eneas, en tu cuerpo.
Quiero arder en tu boca como mariposa ciega,
ser tacto del alba para desnudarte despacio
mientras me entregas
el nocturno alimento que envenena a la rosa.

Mi cementerio


(Gracias, amigo Angel por prestar tu voz a mi palabra)

Rara vez llega la luz a aquella parte del muro.
Una verdina espesa se multiplica a cada centímetro compitiendo con la frontera del mar.
Este horizonte de musgo hace mas impropia la puesta de sol.
Cuando el agua está en calma, acuna la pared en abrazo perpetuo de sal.
Cadente nana de agua.
Duermen los vencejos de este lado de la pared y las gaviotas del otro separados por una frontera de aire dulce.
Condenados a convivir entre la risa y el llanto, un vuelo breve para atravesar el arco iris azulado que provoca la noche en las dos orillas.
Golpean las olas como un lastimero gong. Tiempo de ida y vuelta, sin reloj aparente.
Cuenta atrás.
En esta esquina sin cipreses, una grieta de agua calma la sed de la tierra estéril.
Luz parió la luna de aquel lado, y enredada en el viento, desafiante, viene a provocarme.
Rara vez con temblorosa mano se dibuja la belleza entre la vida y la muerte
La misma mano de las caricias, la misma de los adioses nos derrama sin justicia en un trazo infinito.
El cancel mohoso chirría muy de tarde en tarde en este cementerio,
Pero el mar, este mar... no se detiene nunca.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Te acuso



Fue ayer que te inventé.
Pero hoy, a los pasos contados,
a la luz incontrolable de la distancia,
a los amargos dedos de la caricia,
te acuso.
Que te condenen mi juez de tinta, mis trozos,
mis hojas desordenadas, mis puntos suspensivos...
Y en una cárcel sin renglones, te encierren,
olvidado y roto,
los guardianes inclementes de mi indiferencia.

martes, 16 de septiembre de 2008

La suerte



La suerte


Delante de mí, hay un espejo en el que se refleja mi imagen.
A duras penas puedo reconocerme.
Hastiada de reverencias y elogios, a puerta cerrada, enfundo mis pies en las zapatillas de felpa naranja. -Cutres- por resumir en una, todas sus cualidades.
Es el último minuto de gloria, como el último deseo para un condenado.
Mi casa, es un retrato en sepia que habrá que esconder en un cajón de ahora en adelante, cajón destartalado semi abierto al ayer.
No podré llevarme nada, ni mi sillón, ni mi ventana orientada al sur sin horizontes.
Aquí estoy, desnudándome de mí, tachando de este cuaderno de cincuenta y dos hojas el exceso de equipaje: dos versos de amor.
Recorro el mapa indiferente eligiendo destino para perderme. Bastaría con cerrar los ojos y volver a la mañana de un lunes cualquiera.
Hoy es martes.
Ayer, hasta ayer, yo era como la hormiga que trabaja y guarda, porque todas las estaciones son duras en la casa de un pobre.
Hoy me desperté cigarra total.
Mi secretario anota en una hoja de excel las prioridades de una rica en prácticas:
-Mañana es Nochebuena. Indultar al pavo.
-Emborracharse a solas.
-Ensayar frente al espejo que se es, feliz, feliz, feliz.
-Regar los tréboles de cuatro hojas.
-Apadrinar una niña de Sri Lanka. Llamarla Suerte.
-Cuando regrese de Moratuwa, enmarcar el décimo de lotería.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

No digas




No se lo digas a nadie.
Duele mas el miedo desnudo,
el sabor amargo del disfraz,
que la aguja que atraviesa
los límites de esta mentira.
No le digas a nadie
que bajo esa piel está
la vergüenza exiliada de un secreto.
No digas.
Tu muerde, mastica, traga... envenenate poco a poco.
Y no te olvides de sonreir como si no pasara nada.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Soy... la pera




Ya se que no van a entenderme.
Soy... la pera.
Todos los espejos me devuelven el verde
ignorando las punzadas de mi piel.
Marrones heridas delatan mi límite suicida
al borde del frutero.
Cargo con la vulgaridad de mi especie.
Nadie me ha preguntado lo que quiero ser de mayor...
Una pera no puede rebelarse.

jueves, 4 de septiembre de 2008

De sol a sol



De sol a sol en la azotea,
hiere el blanco de espejos de cal.
Sangra la tarde.
Un solano sin aire arrasa los tejados,
Tendida mi piel, aguarda,
sujeta a la espera con alambres de espino.
La noche destila añil en los jazmines.
Soy como un gato callejero
al acecho de tus sobras, tus pasos y tus dudas.
Vienes para no quedarte nunca.
Mientras yo me entrego
De sol a sol...
de-so-la-da.