Las
mujeres de la sombra
Una playa lejos, allí donde el levante te tatúa la piel
con arena y barre las orillas del Atlántico.
Otros como yo, habían elegido esa esquina del mundo y
ponían sus tenderetes al sol, se embadurnaban con una empalagosa untura de coco y alentaban a los chiquillos a ser constructores de ilusiones que se
borraban con la tercera ola…
Los hombres hacen guardia en la orilla imaginándose
dueños de esas mujeres de ébano tumbadas al sol.
Las otras mujeres, sus mujeres, a la sombra.
La radio canta ajena a mi fastidio.
Hay un revuelo de sirenas, cada vez más gente se
arremolina donde rompen las olas… llega
una patera.
Unos sesenta inmigrantes se arrastran tierra adentro,
desfallecidos, desharrapados, medio muertos.
Un bebé de pocos meses se deshace en llanto de hambre
mientras su madre, seca, lo mece desesperadamente.
Una de las mujeres de la sombra lo recoge entre sus brazos
y lo amamanta.
La ternura se le escapa por los ojos a chorros, acuna y
canta bajito la misma nana con la que duerme a su hijo.
El amor no entiende de razas.