martes, 18 de diciembre de 2018

Descansa en paz, amor, amigo, padre, compañero...



Arañaré la escarcha de la ausencia
hasta llegar al calor de los días felices.
Yo seré el sístole y el diástole que desahuciaron de tu pecho,
latiré para mantener vivo tu recuerdo.
En el laberinto de los días, encontraré una salida que no duela,
engrasaré los instantes del reloj que compartimos
para que nunca se pare el eco de tu risa.
Por los abrazos y las palabras que se quedaron a mitad del camino,
por los reproches y los proyectos que abortaron en silencio,
por el amor que meció la cuna de nuestros hijos y nuestro nieto,
mereció la pena caminar juntos durante cuarenta años.
Por el futuro imperfecto sin conjugar,
por las plegarias al Dios de lo posible
para que nos perdone la torpeza 
de no haber sido más felices.
La nana del tiempo me librará del dolor, compañero,
dormiré tus sueños y los míos con los ojos bien abiertos,
no sea que la tristeza me coja desprevenida
sin tiempo para guarecerme del arco iris.
Hoy aún la tormenta grita hacia adentro.



jueves, 22 de noviembre de 2018

Hoy jueves....Viajamos








“Quizás convenga para este viaje guardarse el reloj en la espalda, para que así parezca que el tiempo nos persigue”
Hablaba sólo mientras desmigaba el pan duro para que comieran los pájaros. Los gorriones, al descuido, dejaban sin sustento a las palomas y el parque se teñía de gris mientras alzaban el vuelo atravesando la noche.
El amanecer no le cogerá desprevenido, equipaje tan ligero, los pasos sin brida, dirán.
Es la hora.
Y cruza la línea de sus pensamientos desafiando.
Plancha las arrugas del miedo, se busca en el espejo, pone el calendario del revés. Vuela.
¡Ridículo tan viejo!
Pero se ha enamorado.
El último viaje, quizás sea su último viaje, ese del amor, ese de mirarse a los ojos, de temblar en silencio cuando sólo el alma responde porque el cuerpo se derrama.
Viaje que siega la soledad de un tajo y tiñe los días de rubor de amapolas.
Paso a paso de dos para partir el pan y las tardes de noviembre, castañas, granadas, membrillos con canela…
En el vaho de los cristales medio corazón y un NOSOTROS.

jueves, 15 de noviembre de 2018

Relato para el jueves: El trabajo ¿Una maldición?

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Duele la noche

Los zapatos me han hecho daño, sangran los dedos apretados en esa estrecha cárcel de plástico rojo, amoratados por el frío y los pasos sin vuelta. Duele la noche.
Hay luz en la ventana de la cocina, amanece. Sólo me separan cuarenta y siete escalones hasta la mentira. Me pesa el sueño y un agujero en el estómago se traga el asco. Duele la noche.
Una taza de leche caliente para el temblor de mis dedos, un espejo roto detrás de la puerta para recordarme la mala suerte, diez pedazos de mi imagen fragmentada y oculta bajo la pintura. Duele la noche.
Detrás de los visillos vive la vida, la de los otros, ajenos al ruido de mis tripas, al traqueteo de mis sienes, al vaivén de la vergüenza que se agita, como las mareas, con la luna. Duele la noche.
El despertador suena en todas las grietas. El mundo se pone en marcha y me arrastra desmaquillada de sombras. Bien ensayada la sonrisa, a ras del suelo soportando el peso de las preguntas. Duele la noche.
Dormir, dormir, dormir, atravesar el reloj de arena sin quejarse, invocar al dios de las cosas, vigilar el fuego, ahuyentar a los cuervos, cantar una nana, tender la verdad al sol, amasar la rabia… ¡Que hambre de amor!
Me sangran los días, ¡pero a mi lo que me duele es la noche! cuando entro en la cárcel de los zapatos rojos de plástico con los que camino por el filo de las navajas.
Me llaman PUTA.
Mi trabajo es una maldición.








jueves, 23 de agosto de 2018

La cita... un relato para el jueves




El sol había bajado la guardia, las chicharras ocultas entre las ramas más altas del magnolio, no eran testigos fiables del suceso.
Enamorarse... vino aquí para eso, para enamorarse a los cincuenta y tantos.
Atravesó la niñez, la adolescencia, la juventud y con la madurez envuelta en un pañuelo, atravesó el parque para acudir a la cita.
Ladran los perros enseñando sus dientes amarillos, corren los niños volando sus cometas de seda, cantan las beatas el rosario de las ocho, lloran los sauces que custodian la acequia, hablan bajito los relojes de hierba y se apretuja el mastranto para beber de la noria.
A las diez, ese temblor de estrellas arrasándole la mirada, a las diez, se acentúa más el turquesa del cielo en éste verano raro, a las diez, se desnudan los amantes en las páginas últimas de todos los libros, a las diez del sur.
Lleva anudada la corbata con tres vueltas al cuello augurando el futuro juntos, el pan y la sal, el Evangelio de San Lucas, las campanas, el azahar, la lista de regalos inútiles, la familia del pueblo y las eternas preguntas.
Se le han olvidado las flores, el poema y la sonrisa. Está desnudo de razones y sin embargo extiende su mano para encontrarla, tan leve, tan blanca, tan lejos...
Menos mal que las magnolias abren de noche para guarecer a los desenamorados.



martes, 19 de junio de 2018

Relatos para un jueves de fútbol:


A cara o cruz




Arquea la espalda en simulacro perfecto, como si parara el gol de la victoria.
No se paran los sueños en el espacio que hay entre sus manos y el larguero de la cama.
Agita los brazos, agita la rabia y se difumina el dolor dando paso al sueño.
La morfina cumple con su parte.
La otra parte grita desde dentro hasta desbaratar la razón.
No hay derecho. No. Sólo es un niño.
La vida se apunta un tanto, ¡por hoy hemos ganado!
Cara o cruz…nadie quiere jugar contra el cáncer.
El árbitro de todos los partidos, dicen que se llama Dios.



El marcador de la injusticia


                                                  


Llovía en el campamento de refugiados, el terreno de juego delimitado por una hilera de piedras, dejaba al horizonte la tarea de contar los pasos reglamentarios.
Mahel no abandonó su puesto a pesar de que el partido había terminado.
La pelota, un amasijo de trapos  que le había hecho su abuela, se había enganchado en las alambradas y esperaba que la lluvia la rodara hasta sus manos huérfanas de victoria.
Volver a casa con la sensación de haberse tragado la luna…
Mamá, hoy tampoco hemos ganado.
(Los niños aprenden las reglas del juego)


jueves, 5 de abril de 2018

Relato de jueves:

                                                   Tiempo de Cuaresma






 Arde el carbóncillo que prende el incienso en el cuenco de barro…
Ya mi bisabuela lo encendía cada Jueves Santo mientras el bisabuelo Pedro acudía a la iglesia a cumplir con la Hora Santa. (La hora Santa es un tiempo de recogimiento frente al altar, a modo de velatorio, de acompañamiento y oración que cada miembro de la hermandad por riguroso turno de horario y relevo, cumple)
Cuando yo era niña, en la casa, las habitaciones casi en penumbra, con ese luto y ese silencio impuesto que los chiquillos no entendíamos.
La comida justa y en la cuaresma, sin carne, para guardar la bula.
Los niños, los viejos y los que pagaban a la iglesia, estaban exentos.
Yo recuerdo que mi padre decía: “Yo estoy perdonao, los mineros si podemos comer carne” Y ese escaso majar de los días de fiesta, lo repartía con mi hermana y conmigo.
En la alacena no faltaban los dulces de miel, recompensa a la pena, digo yo, que cada cristiano llevaba.
Por entonces, en la radio sólo sonaba música sacra, menos mal que en el campo, no callaba el arroyo, ni el zumbido de los abejorros ni el coqueteo de las abejas con la jara celebrando la primavera, menos mal que los jilgueros no enmudecían, ni los abejarucos cubrían su plumaje, ni las cunetas cuajadas de margaritas y jaramagos, se ocultaban.
No sonaban las campanas en señal de duelo y al anochecer, una hilera de faroles acompañaban a Cristo Cautivo por las calles mudas del pueblo…
Hoy arde el carboncillo que prende el incienso en el cuenco de barro, primavera 2018…
Pero han cambiado tantas cosas…