Un círculo rojo en el calendario, un día, el día…
Tomo un café templado sin dejar de mirar al fondo de la
taza, el reloj de la cocina atrasa un
rato, sobre la encimera discurren las hormigas. Es abril.
Dentro de unas horas
estaré con la sonrisa prestada,
los zapatos aprentandome la libertad, los invitados sin nombre irán ocupando las
calles,
Un día, el día…
No amanece igual en todas las esquinas, allí, dónde los
niños se desperezan, va entrando el sol sin pedir permiso, aquí, dónde me
enveneno con las cavilaciones, la luz silba como una alimaña, avisando.
He cerrado los ojos. Antes rezaba. Ya no.
Repaso: me sobran interrogaciones, me falta un abrazo, un placebo para el miedo,
una puerta giratoria.
Aúllan las sirenas de las ambulancias, la sangre, el
pánico, la sinrazón.
Aprieto en mi mano la hoja del calendario, es mi visado
para el paraíso.
Es el día de ceñirme un luto perpetuo por todos los
inocentes.
Diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno, cero...