El traje casi no me abrocha, respiro con dificultad
dentro de esa mezcla de tul y alcanfor.
El mismo perfume , las canas disimuladas tras un rojo
impertinente, los zapatos de tacón viciados de tantos pasos a ninguna parte,
las joyas heredadas, la lección aprendida, la sonrisa intacta, las uñas
gastadas, (de arañar la felicidad, seguramente) el azahar caduco, los invitados
viejos, la soledad nueva…
Las diez. Está a punto de llegar.
Enciendo las velas, enfrío el vino, esparzo pétalos de
rosa en las sábanas de satén, invito a
Schubert y su serenata con violines, repaso la línea temblorosa de mis labios,
descorro los visillos para que se instale la noche en los espejos…
El corazón ya no se desboca, veinticinco años sacudidos
de telarañas desafiando a la rutina.
Las once, las doce, la una, las dos…
Llega borracho.
Se le olvidó que hoy era nuestro aniversario de boda.