Yo no conocía otra parcela
de luz que la que cabía en mi ventana.
La belleza de los matices de
un monocolor impuesto. El gris.
Ceniciento el color de las
acacias y de ceniza las nubes y las calandrias,
tu espalda, el humo de la chimenea, los cerrojos,
la
primavera dibujada por un principiante gris.
Gris tu bufanda y mi
monólogo cada domingo por la tarde…
Una noche gris, lo acostumbrado, decidí emborracharme
con unos versos anónimos.
Me he despertado con resaca.
En mis labios aún, tu beso azul, tinta de sal.
Hundo mis manos en las páginas de tu pecho donde explosionan los rojos, anaranjados y
violetas arropando la blancura del plenilunio.
No, no quiero abrir los ojos, que se
derrama el verde, que se diluye el alba, que arde mi sangre al mediodía amarillo.
Mastico el color de las
palabras que no dices…
Ya sé. Tú eres el arco iris.