Caminó igual que otras veces hasta agotarse, huyendo
de su felicidad de fachada.
Llegó a la estación, pidió un billete a algún sitio
donde poder exiliar la angustia.
Un cartel de neón anunciaba horarios de salida y llegada
de los trenes.
La envolvía el sonido metálico de la voz anunciando
destinos e inconscientemente viajaba de un lado a otro desde el humo de su
cigarro.
Efímero muro ese humo que detiene el viaje de sus
pensamientos.
Otra vez el miedo. Y otra vez, agachando el alma y la
cabeza, volvería a casa.
Otra vez mordería la rabia y haría del silencio un
vestido de fiesta.
Otra vez ensayaría la sonrisa y la caricia.
Otra vez la mentira le desgarraría las paredes de la
razón, dejando a la intemperie la realidad .
Otra vez, otra vez, otra vez...
-Arrugas de papel alisan el horizonte de las vías
muertas-