jueves, 25 de abril de 2013

Este jueves, relato: Terrorismo




Aguarda en la puerta de atrás, como los desheredados.
Solitario, callado y triste como un ciprés.
Cuenta los pasos como guardián en una cábala extraña. No sé qué esconde.
Él no sabe que le observo.
El jardín de la casa de al lado es el envoltorio de una fortaleza que un centinela de luna defiende.
Los árboles alineados como en un tablero de ajedrez, fría estrategia cuadriculada.
Cosidos a la rutina, un día sucede a otro y a otro y a otro…
De repente cesaron los pasos medidos.
La noche sonó a cristal roto, y por el roto huyó  la vida.
La radio esta mañana suena como si tuviera una mordaza, afilando las palabras como la hoja de una guadaña.
“Ahmed Alí Mustafa, el guerrero del silencio, se inmoló la madrugada del jueves…”
La policía me prohíbe acercarme a la ventana. Los trozos de muerte están desperdigados por  el aire.
Me interrogan. Yo digo que era callado solitario y triste, como un ciprés.
Omití que le amaba.   A quien le importa un epitafio.

jueves, 11 de abril de 2013

Mensaje en una botella, a la orilla del jueves








Después de escribir  aquella carta, el mundo se me fue estrechando  hasta hacerse  hilo de estopa  que  ensartado en la aguja  del tiempo, me  remendaría la vida.
El mar rugía lejos,  ni alargando las manos  ni alargando los sueños podría tenerlo.
Vaciaba la botella sin prisa  mudando la pena al vaso y empapando del vaso a las entrañas el vino  amargo, hasta que al trasluz no quedara  ni una  gota que empañara el cristal.
La luna se había colado  en el  vidrio. Estaba tan borracha que desistí del desalojo.
A golpes de  luz, fui haciendo hueco a las palabras de tinta y con cuidado lacré  la boca, como se lacra la razón  con el miedo.
Ahora sólo queda buscar el agua, cuna para la sed, nana de esperanza para dormir, seguramente  por siglos, hasta que alguien la despierte.
La oigo caer (las palabras de amor hacen ruido). El eco multiplica su latido mientras se acostumbra a la caricia salobre de la alfaguara.
No hay orillas.



sábado, 6 de abril de 2013

La cita







"A las siete en la playa, a las siete en la playa, a las siete en la playa…”
La cinta del contestador repetía incansable la misma frase
como si un eco cruel hubiera preñado la casa hasta la asfixia.
Desde el reloj de sol bajaban los minutos a esconderse en el agua.
Las siete.
Heridas, las saetas dejaban la herrumbre entre los dedos.
Quiso detener el tiempo a gritos,  habitar  la razón con pretextos, deshilachar la cordura, desnudar la  trama.
No era una cita de amantes. Los muertos siempre llegan tarde.

lunes, 1 de abril de 2013






Me preguntas que estoy pensando...
No ves que me he abandonado a la lluvia para seguirte
y borrar contigo la soledad de los charcos.
Hoy quiero  ser agua entre tus dedos,
Orilla de tu deseo
Pleamar.
El arco iris, mañana.