Aguarda en la puerta de atrás, como los desheredados.
Solitario, callado y triste como un ciprés.
Cuenta los pasos como guardián en una cábala extraña.
No sé qué esconde.
Él no sabe que le observo.
El jardín de la casa de al lado es el envoltorio de
una fortaleza que un centinela de luna defiende.
Los árboles alineados como en un tablero de ajedrez,
fría estrategia cuadriculada.
Cosidos a la rutina, un día sucede a otro y a otro y a
otro…
De repente cesaron los pasos medidos.
La noche sonó a cristal roto, y por el roto huyó la vida.
La radio esta mañana suena como si tuviera una
mordaza, afilando las palabras como la hoja de una guadaña.
“Ahmed Alí Mustafa, el guerrero del silencio, se
inmoló la madrugada del jueves…”
La policía me prohíbe acercarme a la ventana. Los
trozos de muerte están desperdigados por el aire.
Me interrogan. Yo digo que era callado solitario y
triste, como un ciprés.
Omití que le amaba.
A quien le importa un epitafio.