No es necesario el aislamiento pero es molesta la luz, me
molesta la interrogación que se dibuja en los demás cuando me miran.
Aquí puedo calibrar mi deterioro sin que la compasión me
acelere el pulso.
Los primeros días mi único síntoma fue el asombro, más
tarde, un leve temblor en el tiempo mientras buscaba respuestas, una ceguera parcial (algunos lo llaman
lágrimas).
Hoy tengo ajena la sonrisa, he perdido el sueño, la
coraza de la alegría se me ajusta tanto que estalla en palabras que no te
alcanzan.
Mi locura racionada, niega lo inevitable.
Un nudo en el estómago resultado de tragar la pena, me
hace vomitar silencios.
A ratos, el dolor se hace insoportable.
Sé que moriré un
día de éstos.
No hay cura para el virus de la mentira… Y tú, tú, decías
que me amabas.