Otra Navidad que pasa.
Serrín en los caminitos, nieve en las alas de los
ángeles, nombres que se ahogan al fondo de las copas, propósitos para el nuevo
año escritos con tinta roja, letras apresuradas pidiendo lo imposible, rituales de no sé qué
extraña magia que jamás surtieron efecto en
mi mundo pequeño.
Aun así, encenderé de nuevo las velas, volveré a rociar
sal en las rendijas de las ventanas, quemaré lo malo en cuencos de plata,
tomaré las uvas con los ojos cerrados, pondré laurel en los bolsillos y
encenderé bengalas de colores en mi balcón.
Beberé más de lo acostumbrado, cantaré sin costumbre y
pasa lo que pasa, se confunden las lágrimas en la frontera de la alegría.
Estaré alegre, sí, me pondré mis mejores galas, me
maquillaré con cuidado de no sumar surcos a mi eral, la sonrisa me saldrá sola
(debe ser un defecto de fábrica), tacón de aguja, labios rojos y un cambio de
peinado para despistar al enemigo.
¡Voilâ! Quién lo
diría, soy un año más vieja.
¡Feliz Año Nuevo!