martes, 18 de diciembre de 2018

Descansa en paz, amor, amigo, padre, compañero...



Arañaré la escarcha de la ausencia
hasta llegar al calor de los días felices.
Yo seré el sístole y el diástole que desahuciaron de tu pecho,
latiré para mantener vivo tu recuerdo.
En el laberinto de los días, encontraré una salida que no duela,
engrasaré los instantes del reloj que compartimos
para que nunca se pare el eco de tu risa.
Por los abrazos y las palabras que se quedaron a mitad del camino,
por los reproches y los proyectos que abortaron en silencio,
por el amor que meció la cuna de nuestros hijos y nuestro nieto,
mereció la pena caminar juntos durante cuarenta años.
Por el futuro imperfecto sin conjugar,
por las plegarias al Dios de lo posible
para que nos perdone la torpeza 
de no haber sido más felices.
La nana del tiempo me librará del dolor, compañero,
dormiré tus sueños y los míos con los ojos bien abiertos,
no sea que la tristeza me coja desprevenida
sin tiempo para guarecerme del arco iris.
Hoy aún la tormenta grita hacia adentro.