jueves, 26 de enero de 2017

Este jueves... hablamos de soledad



        Os dejo éste poema que escribí en 2004                                               

                                                       
-Soledad sola-




 La ventana, tu ventana, está cerrada a cal y canto.
Amargo sabor de luz.
Nunca te gustaron los rayos de sol dibujados en la pared.
No querías mirar a los ojos, ni dejarte llevar por la risa,
Nada de música, nada de sueños,
No a la ternura, no a las caricias.
Y me fui.
Habité en el olvido hasta que crecieron raíces a mi alma.
Pero que generosa la vida...
Me devolvió a tu calle siendo sombra,
Centinela de tu frialdad, musgo trepador en tu silencio,
Enredadera de tu soledad sola.
Soy tu anillo de casada.... Y ni te das cuenta.


lunes, 16 de enero de 2017

"Las raíces de mi árbol"


-Primer premio de micro relato Ciudad de Melilla, diciembre 2016-




"Adorné el árbol con todas las cosas que la vida me dio en éste año que agoniza.
Arriba del todo, una estrella, invisible, pero  que llena de luz todos los rincones. Es mi madre que se fue en primavera.
Más abajo, seis campanillas, son los niños que dan savia a la alegría, los últimos nacieron en mayo para poner música a los silencios.
Cuelgan cintas doradas con las que se ata el cariño sincero, mi familia, mis compañeros,  mis amigos de la infancia, mis  maestros, mis vecinos…
Lazos de colores de toda la gente  que conocí en estos 375 días, que se asomaron a mi vida por un instante, por unas horas, por unos días…
Hojas de plata  llenas de  versos escritos con tinta de todos los lugares, de norte a sur, de éste a oeste del universo.
Bolas de charol azul  dónde ruge el mar, rojas dónde estallan los sentimientos. Guirnaldas  blancas haciendo  guiños con la intermitencia de quien no quiere cerrar las ventanas a lo imprevisto.
Lo más valioso que tengo  lo dejo al pié, es un corazón de serrín. El mío.
En él, los caminos se trazan o se borran sin hacer ruido.
Ven para quedarte, o pasa de puntillas, llega para darme amor, llévate lo que necesites,  señálame con tus alegrías, tíñeme con tus tristezas, borra o bifurca las veredas,  disuélveme cuando te dañe,  trázame el perfil de los sueños, alísame las dudas, transítame a cualquier hora porque mi corazón, ya ves, no tiene puertas."



miércoles, 11 de enero de 2017

Juego de niños para este jueves de relatos








Guardaba en una cajita de latón algunos tornillos  y un puñado de puntillas oxidadas de las que mi padre iba desechando en su carpintería. A regañadientes me prestaba las herramientas, un martillo, un destornillador y poco más. “Anda niña, tú ve a jugar con las muñecas, déjate de inventos”…Así terminaba la conversación sin dejar que le explicara mis planes.
Pero es que yo quería hacerme un carrillo de madera para poder competir con los chicos del barrio y tirarme cuesta abajo por el terraplén del Palmarillo. 
Para eso necesitaba unas tablas, unas ruedas y más maña que fuerza (porque que yo era endeble como un junco)
Las niñas no juegan a esas cosas, me decían mis amigas, repeinadas y limpitas. Yo, en cambio, tenía enredadas las trenzas, los calcetines enrollados y las rodillas llenas de moratones.
A mí me gustaba el niño de la callejuela y yo le gustaba a él, así de desastrosa, lo demás importaba poco.
El día señalado para la carrera, llovió como si se hubiese rasgado el cielo, el barrizal nos atascó las ruedas de los carros y tuvimos que desistir.  Los cacharros de madera fueron requisados por el “gobierno” (o sea, mi abuela, que no sé cómo se enteró del evento)
Me tocó sentarme alrededor del fuego a bordar flores en pañuelos de lino, por muchos días, tantos, que sin darme cuenta me había convertido en una señorita rancia.
Atrás quedaron las contiendas, los barcos de papel bajando presurosos por las regueras, los indios que ganaban las batallas, los carros  y sus tornillos oxidados abrazando la madera…
También cambié de novio,  aprendí a pintarme los labios, a escribir poemas, a teñirme los sueños y a sonreir como si no pasara nada…