viernes, 24 de mayo de 2013

Y este jueves... ¡Estoy harta!





¡Estoy harta!

Harta de arrastrar las zapatillas para ir en tu busca, trabajo.
Harta de estirar las monedas y las mentiras para comer tres veces al día.
Harta de rebosar los espejos y la sombra sin reconocerme.
Harta de  zurcir las carencias  y estrenar  sonrisa  como si no pasara nada.
Harta de obedecer a los de arriba y prohibir a los de abajo.
Harta de los dioses de las pequeñas cosas.
Harta del futuro  que sólo consta  en actas.
Harta de quien mira y no ve,  se apellida justicia, de nombre ley.
Estoy harta, en fin,  de maquillar versos para gustarle a la vida.





sábado, 18 de mayo de 2013

La fiebre del oro del viernes de madrugada





Cuando reía escandalosamente, dejaba al descubierto  toda su fortuna.
El dentista rumano le había hecho un buen trabajo.
Salió de caza aquella misma noche, besó a su presa y mordió su beso para comprobar la dureza del metal.
Aquella relación  terminó con un parte de lesiones. 
El médico  concluyó  que la infección de la herida fue producida  concretamente por dos fundas,  tres  coronas y cuatro implantes.
La fiebre del oro no tardaría en hacer su efecto.

jueves, 9 de mayo de 2013

Un relato para el jueves (regular de contento)

(Siguiendo en mi linea... muy contento, no, la verdad.)

San, nos propone hacer un relato utilizando estas doce palabras:  Chispeante, tintinar, burbujas, lábil, vos, oleaje, tirillas, zalamero, ajonjolí, malote, torrente, beso.
 Ahi va. Ponle música.



He de confesar que  me pierden los hombres malotes.
Le conocí  el otoño pasado, me dejé llevar por su sombra lábil.  
Con sus manos dibujaba en  mi cintura  una media luna y  yo cerraba los ojos al resto del mundo.
Fue mío de diez a doce, iba  o venía como el oleaje  y me susurraba al oído mentiras  salpicadas de ajonjolí.
Zalamero y dulzón su acento provocaba  en mí el efecto de una borrachera.
Las burbujas de su risa se disipaban al borde del reloj y como Cenicienta volvía a casa con la vida  envuelta en harapos.
Cuando llegó el invierno, mi corazón ya estaba hecho  tirillas como si un torrente lo hubiera arrastrado  al moridero de besos.
Suena  el tintinar  de la razón.  Sé  que no soy nada especial para él, que he de compartir su  historia chispeante con  otras mujeres, muchas mujeres a ritmo de tango.
El profesor de baile me ha dicho: vos  llegarás lejos.
El bandoneón calla.