Con precisión de cirujano, afilo
mis lápices, mi verbo, mis historias. Los acomodo sobre el papel, los alumbro y
alineo a los bordes de mi imaginación. Alerta al calendario, descontando lunes,
martes, miércoles hasta que suena el gong JUEVERO y se activan los resortes
para aunar palabras sin brújula y sin credo…
Mi alimento es encontrarme con
ellos a través de sus páginas. Por ellas he aprendido a querer a algunos, a
admirar a otros, a envidiar a muchos, a reír con unos cuantos, a aprender de
todos, a aplaudir sus logros, a aceptar las ausencias y a ignorar a quienes incordian pretendiendo romper nuestra “unión
libertaria”.
Yo espero con los renglones bien
abiertos la convocatoria cada domingo…
Esa diversidad de acentos me
enriquece, esa escala de valores me alertan, esos años que nos diferencian me
renuevan.
Así de sencillo es engordar con
la literatura y más que juzgar la calidad literaria, valoro la ilusión del que
llega y comparte su espacio y sus
cachitos de si.
Me gustan breves e intensos… y
no es una norma, sino una pincelada de sentido común para que dé tiempo a
saborear todos y cada uno.
Aplaudo la generosidad de quien
semana a semana nos convoca, nos enlaza,
nos conduce y nos lee.
Orgullosa de ser JUEVERA, esa casta…