A las siete, en el lago,
una bandada de cuervos traza un pentagrama en la orilla.
Concierto de solitarios, arpegios hilvanados en la memoria de los locos van
cambiando el gris del barro.
Se agujerea el agua con las migas de pan duro que
desgranan los viejos para que los peces engorden su circular itinerario.
Caminan vigilados de cerca y no se desborda el tiempo más
que en su mente. Se ahogan tarde a
tarde, poco a poco…
Los internos del Psiquiátrico de Miraflores, custodiados
por los enfermeros, salen al anochecer.
Sobrecoge esta hilera de presos pasando bajo mi ventana.