domingo, 24 de febrero de 2008

Guerrero del silencio


Guerrero del silencio




Aguarda en la puerta de atrás, como los desheredados.

Solitario, callado y triste como un ciprés. A la par de la sombra de su sombra, camina el viento.

No más.

Cuenta los pasos como guardián en una cábala extraña.

El jardín cuidado, vestido de invierno sin rincones de solanos ni enredaderas. Los árboles alineados como en un tablero de ajedrez, fría estrategia cuadriculada. Jaque mate a la belleza.

La helada deja una inquietante obra en los charcos, un boceto de mar sin sal y sin son.

A veces un leve movimiento, unos invisibles pinceles dejan trazos a trozos en el espacio sin ocupar de las miradas.

Yo cuento los días desde detrás del cristal de la ventana. Cada amanecer se alarga y se filtra en el minutero de un reloj patético. Horas de musgo serpentean hasta el mediodía de la pared y bajan sin sonido hasta el ocaso.

Penoso se oculta el sol. Hilvanados a la rutina, un día sucede a otro y a otro y a otro…

El no sabe que le observo.

Mis arrugas se han perpetuado en el espejo, como su silueta en el paisaje desolador de naturaleza muerta de este lienzo atípico.

El jardín de la casa de al lado es el envoltorio de una fortaleza que mi centinela de luna defiende.

Mi alma de artista le sueña ausente de color. Lo que daría por dibujarle con el pincel de mis dedos, borrar sus claroscuros con la textura de miel de mi mirada,

Dudo a veces si es un ser humano o solo parte inanimada de las cuatro paredes que custodia.

Le imagino respirando cerca de mi nuca, despojándose de su piel de guerrero, le intuyo dulcemente recorriéndome, incontrolable…

-Seguramente sucedió esta noche mientras me rindió el sueño. Fue un descuido en mi madrugada sin ruidos.

Cesaron los pasos medidos.

Los adioses sonaron a cristal roto, y por el roto huyó su vida silente.

Vacío.

La muerte jugaba a las cuatro esquinas mientras la suerte tenía vendados los ojos.-

La taza de café tiembla involuntariamente entre mis manos. La radio esta mañana suena como si tuviera una mordaza, afilando las palabras como la hoja de una guadaña.

Mientras las oigo, me desangro.

Le perdí.

La policía me prohíbe acercarme a la ventana.

El suelo está lleno de cristales.

Me interrogan… Yo digo que era callado solitario y triste, como un ciprés.

Ahora dicen en las noticias, que la onda expansiva alcanzó un radio de cien metros… y yo allí a su lado, intacta.

No es justo.

“Agmed Alí Moustaffá, el guerrero del silencio, se inmoló la madrugada del jueves… “

Omití que le amaba…

A quien le importa un epitafio.

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