viernes, 19 de febrero de 2010

Anónima



Enjuta, muda, a ras de su sombra, hilvana olivos a la siesta mientras las chicharras ensordecen al aire.
Va, como cada tarde sin levantar la mirada, tratando de ocultar el agosto vacío bajo su pañuelo negro.
Los niños, crueles, le tiran piedras desde la cerca y ella, de acero, inmutable, no se detiene, no delata, no humilla.
Las veredas duermen, el solano cimbrea las pitas y vuelan bajo los cuervos de paja.
No se quien tiñe el paisaje en tonos sepia desde la puerta a sus adentros, ni quien siembra de umbría los surcos de su piel.
Una tez cenicienta, un rictus de amargura se adivina tras el luto. Roto los espejos, no se conoce.
Los perros dormitan en las aceras oyendo el tañir a muerto según costumbre.
La campana le apaga la voz, y calla la letanía tantas horas ensayada,
creyendo su propia mentira para justificar la borrachera.
Calle arriba se esconde en su prisa hasta llegar a la puerta entornada de la taberna.
Pocas palabras cruzan. En su cesta de pleita lleva una botella envuelta en una tela de saco. Alarga la mano y deposita seis reales sobre el mostrador.
El tabernero rebosa el vidrio con aguardiente barato y le devuelve la bolsa con silente ritual de desprecio.
Es un intercambio de indiferencia absoluta.
Desanda el camino, antes de que vuelvan las beatas de misa, antes de que los jornaleros regresen del campo y antes de que las vecinas hagan corrillo en las puertas y la señalen con el dedo.
Los niños vuelven a apedrearla.
La herida durará para siempre, como la soledad parda de los domingos.

7 comentarios:

Marisa dijo...

Precioso y triste relato, más lleno de imágenes y fotografías que de palabras.Prosa tan gráfica que casi se puede ver.
Un saludo.

Lupe dijo...

Me encanta la forma que tienes de relatar. Casi diría que tus palabras se oyen mientras se perciben olores y "vemos" cada una de las descripciones que realizas.

Un placer leerte.

Te dejo un abrazo grandote.

Maat

ralero dijo...

Hacer leña del árbol caído, por encima del fútbol, es el deporte nacional. Tu texto me ha recordado un magnífico poema de Rafael de León -mi casi homónimo- que cantara, entre otras, Juanita Reina.

DICEN

En el mismo punto y hora,
Que acabó con Pepe Mora,
Doña Aurora sobre el pelo
No se puso ni una flor,
Y su patio de cal pura,
Un convento de clausura,
Y una cárcel con cerrojos,
Para el luto de su amor,

Dicen, dicen que lleva un pelo sobre el semblante,
Dicen, dicen que si habla sola de madrugá,
Dicen, dicen que en sus ojazos como diamantes,
Brillan una extraña luz de oscuridad,
Y Sevilla a todas horas, cuenta, canta y pide a usted,
Que esta blanca Doña Aurora, lo mismito que el papel.
Dice, dicen que llora y llora por su querer.

Se ha casao Pepe Mora,
Y al momento Doña Aurora,
Sus vestíos de esponsales
Desentierra del arcón,
Y de novia y con mantilla,
Por las calles de Sevilla,
Va una pena pregonando,
Que ha perdío la razón,

Dicen, dicen que eran dos ascuas sus ojos moros,
Dicen, dicen que con aire de majestad,
Dicen, dicen fue repartiendo monedas de oro,
De una punta a otra de la ciudad,
Y a su paso los chiquillos para burla de su amor,
Le tiraban papelillos y a puñajos el arroz.
Dicen, dicen que era una pena ver su dolor.

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Abrazos.

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Hermosa manera de conjugar tristeza y belleza.
Un abrazo!

Trini Reina dijo...

Las imagenes que creas a través de tus letras, nos hacen protagonista de este relato.

Saludos

VicentM dijo...

Bello, realmente bello.
Saludos

Dafne dijo...

Me estremece el texto,porque haces posible que sea casi palpable esa atmófera,de verano seco,de misería.Oigo el tañido de la campana y veo esos pájaros de paja,casi te sientes expectadora de primera fila de la España rural,dura,de hace unos años y que a mi tanto me impresiona.

besos