Me arrastro junto a las suelas de tus zapatos,
Me deshago en el ir y venir de caminos sin salida,
Tu me acechas en la sombra del mediodía, como un ladrón.
Interrogas a la huella de tiempo que me aligera la vida,
Atado al reloj de musgo que marca la herida en la cal de nuestra casa,
Me esperas.
Yo me oculto en el sonido del miedo, para borrarme la voz
En el límite de la luz me apago…
Mientras, en tu soledad, sin prisa,
vas colgando farolillos rojos para una fiesta mortuoria
de la que soy invitada de honor.
Y me amabas….
Sin medida, sobre todas las cosas, me amabas.
Tuya o de nadie…
Me amabas…
Tú, decías que me amabas.
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