viernes, 29 de agosto de 2008

Cuando me tocas


Ti-mi-da-men-te
tu mirada me recorre despejando mi infortunio.
Como en un eclipse
Sua-ve-men-te... renazco en ti.
En giros de veleta sin aire, me envuelves.
Cuando me tocas,
se confabulan los elementos,
germina el fuego
le-ve-men-te... sobre el agua.
Mientras yo me diluyo en tu corazón de barro,
tu engendras lunas en mi reloj de arena.
Len-ta-men-te

2 comentarios:

ralero dijo...

A veces un poema nos recuerda a alguien que, existiendo, ya no existe; a alguien a quien quisiéramos acariciar con la mirada, haciendo renacer un tiempo compartido que nunca vio la luz. Y, entonces, la melancolía se tiñe de sal y de sangre.

Un beso.

ralero dijo...

Aunque, a veces, no lo puedo evitar -es como una burda catarsis-, realmente pienso que no deberíamos culpar a nadie nunca de que sus sentimientos cambien o no sean los que quisiéramos. Tal vez no tenga la culpa ni el tiempo. O el destiempo.

Besos.