Fue ayer que te inventé.
Pero hoy, a los pasos contados,
a la luz incontrolable de la distancia,
a los amargos dedos de la caricia,
te acuso.
Que te condenen mi juez de tinta, mis trozos,
mis hojas desordenadas, mis puntos suspensivos...
Y en una cárcel sin renglones, te encierren,
olvidado y roto,
los guardianes inclementes de mi indiferencia.
1 comentario:
Hay pocos seres humanos que merezcan ser condenados al olvido. Espero que instruyas bien el sumario y que finalmente la sentencia sea justa.
Cumplir cadena perpetua en la cárcel del olvido puede llegar a ser peor que el cadalso.
Abrazos.
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