jueves, 8 de enero de 2009
La marioneta
No levanta la mirada, se pasa la mano por la frente, se alborota el flequillo, mueve la cabeza en ademán de renuncia, se agita, tiembla, uniendo incansable unos trozos de papel, haciendo coincidir las letras, las palabras, las frases que desperdigó la rabia, la noche anterior.
A veces se le amontonan los “te quiero” y ya no sabe donde encajar tanto despliegue de amor fatuo.
Separa, cuenta, ordena sueños y entonces gira el reloj de arena para volver a empezar a des-decirse.
Mientras se recomponen las promesas de papel, el futuro camina en el alambre como un triste funámbulo sin aplauso.
De sobra sabe que el dolor no se paga.
Volverá a ser la más bella marioneta… desoyendo el consejo.
Su madre la observa desde el umbral de la puerta, las separan treinta años.
Demasiado lejos para entenderse.
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1 comentario:
En el fondo todos somos marionetas. Mejor serlo de nuestras pasiones que de un corazón sin sentimientos.
Y 30 años no son nada. No creo que separen los años, sino las circunstancias.
Un beso.
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