miércoles, 14 de enero de 2009

Sumisión




Yo tenía hoy una cita contigo,
Desaté mis pies y mi lengua,
uncí estas manos y estos versos,
y me dí generosa a tu umbría.
Tú, no dijiste mi nombre,
me llamaste con un silbido,
como a una perra.
Y…fui.

1 comentario:

ralero dijo...

Todo aquél que osa llamar a una mujer -o a cualquiera- con un silbido, nunca es merecedor de sumisión ni de cariño, sólo de desprecio.

Brutal, un poema brutal. Y a mí me encantan los poemas brutales.

Abrazos.